Un mes antes de la caída del Muro de Berlín, ese murito según Prada, Erich Honecker fue destituido por el Politburó de su partido en una votación que, como no podía ser otra manera, fue unánime, a la búlgara, ya que hasta el propio Honecker votó a favor de su propio cese para no romper una tradición que se glosaba en la más absoluta falta de disidencia, al menos de puertas afuera. Le sucedió Egon Krenz, más joven y desinhibido, aunque todo hacía presagiar que pocas cosas cambiarían en un régimen en descomposición que había perdido el favor del hermano soviético, un gigante con pies de barro que solamente ofrecía retórica.
Pero Erich era un tipo duro de pelar, no en vano se pasó toda la época nazi en una mazmorra, y no dio su brazo a torcer, mucho menos tratándose del SED, un partido del que fue uno de los fundadores. Azuzado por su esposa, la fiel camarada Margot, y otros miembros del Politburó y del Comité Central del partido, el ex secretario general encaró esa nueva etapa de su vida leyendo de cabo a rabo la transcripción de las actas de unas reuniones a las que ya no asistía y que por aquellos convulsos días se daban en sesiones de mañana y tarde. Después, y envalentonado por la deriva de un régimen que se iba por el sumidero de la historia, se dejó caer en aquellas tediosas reuniones como si nada hubiera ocurrido, provocando más de un aplauso entre alguno de los asistentes, aunque esas palmas ya no eran a la búlgara, ya no terminaban en cerrada y cálida ovación con la tradicional coletilla de... lo que diga Erich. No los puedo dejar solos...esto ya no es lo que era...si hubiera echado zotal cuando todavía eran unos enanos..., le decía a Margot cada noche mientras preparaba los nuevos estatutos de un partido que acabaría refundando, el viejo KPD, y por el que ya se interesaban muchos de aquellos viejos compañeros que días atrás, por no desacreditar la tradición búlgara, habían votado por su destitución/cese. Pero en esas cayó el Muro, un murito según Prada, y el sueño se esfumó, y lo peor para Erich, que Sofía, capital de Bulgaria, tampoco tenía ya nada que ofrecer y seguía el mismo rumbo que Berlín.
Hasta aquí una historia que como algunos habrán adivinado es en parte falsa, o mejor ficticia, porque carece del dolo de cualquier falsedad y solamente posee animus iocandi, siendo una especie de fábula en la que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
6 comentarios:
Excelente entrada, Reinhard. Un abrazo.
Protactinio dijo...
Mandarin Goose: aquí estamos todos en cubierta. Nada de bodegas (que son para el vino) ni sentinas. Al aire, al aire. Que se nos vea bien, amigo.
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JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
[190] Escrito por: Blogger Mercutio - 11 de enero de 2007 19:15:00 CET
Al59: 'Esto va tomando calor de hogar, sí señor.'
Todavía estoy esperando con mal contenida impaciencia mi primera bronca.
¡¡Qué nervios!!
(A ver si puedo acceder como blogger; me he dado de alta, pero tengo una duda...)
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MUUUHHHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAAAAAAJAJAJAJAJAJA
23] Escrito por: Set Point - 11 de enero de 2007 1:24:00 CET
Hombre, Tsevanrabtan, en la otra casa los insultos tenían otro ingenio... Al menos, un poco más --barrocos sí que eran, ¿no?
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Ya empezó el nuevo estado con nostalgia, melancolía...
Yo estuve allí y seguí como anónimo hasta que lo restringieron.De club selecto a club decadente.
"La Gran Hermandad", "El Gran Hermano"
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