Más de una noche, por puro morbo y por ganas de echar unas risas, veo la tertulia que emite la cadena de los obispos. Salvo honrosas excepciones, el nivel de los tertulianos es lamentable, empezando por el moderador/conductor, uno de los tipos más incultos y peor informados que se han visto en la caja tonta, un negado que si hiciese una carrera solo quedaría segundo. La noche del miércoles la cosa prometía: corrupción para dar y tomar y los primeros detenidos de la última redada puestos a disposición judicial. No defraudaron, como es costumbre. Así, el moderador/conductor, ante las noticias que llegaban de la Audiencia Nacional, entró en éxtasis al saber que alguno de los detenidos quedaba en libertad sin cargos y otros eludían la prisión provisional con fianzas más que asequibles. Para él eso significaba que la operación policial era una chapuza, que la corrupción no era tan grande como nos habían contado y que el Régimen, ente del que es devoto el merluzo, se puede salvar, se va a salvar, por cojones. Inútil fue que algún tertuliano sensato le intentase hacer ver que si un detenido estaban en libertad con cargos era porque algún indicio habría en su contra. Nada, el lerdo, como es tradición, seguía mirando el dedo y no la Luna.
Pero lo mejor vino un pco antes, mediado el programa, cuando un invitado del PP que suele repetir con frecuencia, no sé si diputado o senador, tanto da como poco importa su nombre y apellidos, intentaba dar la cara en defensa de la clase política, nobleza obliga en días tan aciagos para los representantes públicos. Ante el agrio reproche de un periodista allí presente, por qué no hay listas abiertas en este país, el hombre acorralado se armó de valor y a la vez se cubrió de gloria. Si las hay-respondió muy ufano-para el Senado. Hasta el moderador/conductor puso cara de incredulidad, intuyendo que tal vez se la estaban metiendo doblada. Ay, el Senado, esa cámara inútil donde retozaba Paco Granados.