Un tal Castells deja de ser
ministro de universidades y pasa el testigo a un tal Subitats, que es de la
misma cofradía podemita y separatista: al efecto, véase al susodicho votando en
el plebiscito del 1 de octubre e intúyase, fácil es si se conoce su trayectoria,
el sentido de su voto. Uno se pregunta para qué sirve un ministerio de
universidades, que a la vista está el trabajo desarrollado por el mórbido
Castells, y sólo llega a una conclusión: será por dinero…Pero el Estado de Partidos,
capitaneado ahora por el camarada Sánchez, necesita retroalimentarse, así que,
como dice José Mota, las gallinas que entran por las que salen, por lo que el
perfil del nuevo ministro es idéntico al del que se va, salvo por ese matiz del
separatismo activo del tal Subirats.
Como manda la liturgia, el nuevo ministro prometerá-es una forma de hablar-la Constitución como norma fundamental del Estado en presencia del Rey, el
mismo señor que dos días después de que el tal Subirats votase por la
independencia de Cataluña tuvo que salir a decir que hasta aquí habíamos
llegado. Y en efecto, cuatro años después hasta aquí hemos llegado, o más bien,
de aquí no nos hemos movido. Como dicen algunos optimistas sin remedio, habrá
que refundar el constitucionalismo y ver si podemos-¡sí se puede!-dejar atrás
tanta obscenidad. Todo un sueño. O una quimera.