La auténtica manada-esa que
componen políticos oportunistas, que son todos, periodistas y tertulianos
histéricos, que son legión, y el pueblo llano, que quiere sangre al precio que
sea- tiene un líder indiscutible, y no es otro que el ministro de Justicia, que
ha puesto la guinda a este pastel de la infamia afirmando que el juez que ha emitido un voto particular en el caso más mediático de los últimos tiempos tiene un problema grave, que no está en pleno uso de sus facultades
mentales y, esto es lo peor, que esa anomalía es conocida desde hace tiempo por todo el Consejo General
del Poder Judicial, órgano de gobierno de los jueces y loquero a tiempo parcial.
La infamia que no cesa da hoy un
salto cualitativo y de la mano del ministro del ramo invita a que el
linchamiento al discrepante vaya más allá de lo jurídico-a quién le importa la
ley-para entrar de lleno en lo personal. Lo más grave de las acusaciones es que
el ministro, que lo es de Justicia y no de Fomento, no haya instado hasta ahora
ninguna medida contra un demente, presunto, que tiene en sus manos la suerte o
la desgracia de todos aquellos que por él han de ser juzgados. Negligente el
ministro, pero sobre todo temerario e incontinente, virtudes todas estas muy propias
de este Estado de partidos al que nadie mete mano. Como sentenció Quevedo, donde hay poca justicia es
un peligro tener razón.