Ha causado un cierto revuelo que
algunos medios hayan publicado los rostros, amén de sus identidades, de un
puñado de docentes catalanes investigados por un delito de odio. El motivo de
la denuncia que ha presentado la fiscalía catalana no es otro que la
humillación que hicieron pasar a los alumnos que eran hijos de guardias civiles
destinados en el cuartel de la localidad próxima a Barcelona tras la martingala
del 1 de octubre. Innecesario, por sobradamente conocidas, es extenderse en las
lindezas que dedicaron a esos chavales, así como poco sorprendente, pues los
maestros catalanes llevan décadas adoctrinando en el nacionalismo más rancio,
pero eso, como la televisión autonómica, no tenía cabida en la aplicación de un
155 que ya nació muerto por voluntad de su negligente comadrona.
Sí que es llamativo que desde el
nacionalismo y sus satélites, dentro y fuera de Cataluña, se ponga el grito en
el cielo porque los rostros de esa otra manada hayan sido divulgados, y en
especial la difusión que de ello ofreció el líder de Ciudadanos en una red
social. Quizá no sea muy de recibo que se muestren las caras de aquellas
personas que son investigadas por la presunta comisión de un delito, máxime si
luego son exoneradas por la justicia, pero es una práctica habitual que sucumbe
ante el derecho a la información, como también lo es no destruir grabaciones de
centros comerciales con la celeridad que exige la ley. Así, desde el minuto
uno, pudimos conocer los rostros de La Manada o del tonto del Chicle o el de
cualquier detenido de segunda fila en una operación contra la corrupción política,
y unos años después ver cómo era cazada toda una presidenta autonómica con unas
cremas milagrosas.
Pero es que, además, en el caso
de los docentes del odio no parece que vaya a existir mucho perjuicio en su contra:
la mayor parte de sus compañeros son como ellos, la administración catalana es
la que incuba el huevo de la serpiente y el 155, que tiene los días contados,
ya ha dicho que no los suspenderá cautelarmente. Aún saldrán a hombros aunque
haya una sentencia condenatoria, que está por ver. Así que no ilustraremos esta
entrada con sus fotografías, que son de dominio público y ya las ha visto todo
el mundo, o casi. Mejor colocar la imagen de un tipo cualquiera, y muy despistado,
que seguro que es el único que todavía no se ha enterado de qué va esta
historia