Dicen los optimistas, mientras el
personal acapara papel higiénico, que España es una gran nación. Qué duda cabe,
dice el pesimista mientras conoce que el gobierno veta una propuesta de la
Comunidad de Madrid para mantener becas comedor para los escolares más
necesitados a través de Telepizza. Claro, que ese mismo gobierno de la nación
tan grande permite que uno de sus miembros se salte la cuarentena para asistir
a un consejo de ministros de urgencia. Ojo, dijo el de la coleta al entrar, que
me salto el protocolo porque-verdes las están segando-es la hora de iniciar la
revolución. Tras su osadía, la de los nacionalistas vascos y catalanes, que subidos al carro del desmadre no
aceptan intromisiones en su autogobierno con la excusa de un estado, el de alarma,
que es una broma para lo que de verdad necesita España.
Todo un colofón vírico para un
Régimen, el del 78, que todavía recibe una ovación-a las ocho de la tarde-de
los confinados en sus casas. Para los que vivimos instalados en el escepticismo y privados de bares esos aplausos
nos dicen que es hora de ir a la nevera en busca de las cervezas que hagan más
llevadero el desastre. Paciencia y barajar, que todavía puede ser peor con la
amenaza de un gobierno de concentración nacional. ¿Nacional? Pero si la nación
no existe.