La otra noche el presidente del
gobierno concedió una entrevista a una de las televisiones del duopolio que con
el que hace tiempo decidió obsequiarnos el Estado de partidos. Como era de esperar la
cosa giró en torno al apaciguado separatismo catalán y al inefable 155,
criatura que cumplía un mes de vida y a la que había que homenajear. Como el
entrevistador era malo y tonto a partes iguales, la entrevista fue una suerte
de baño y masaje, nada de incomodidades-qué pasa con TV3 y los Mossos-para
nuestro estadista registrador, que el hombre pudiera lucirse con esa coletilla
tan suya, la ley, la ley y otra vez la ley.
Lo único relevante fueron tres
perlas que demuestran el talante del presidente y lo que de él se puede
esperar, o tanto se ha esperado, porque la intervención suave de la autonomía
catalana ha llegado cuando ya no había más remedio. Una, que para Rajoy en Alemania sólo existe un estado, Renania del Norte-Westfalia, al que siempre
cita como ejemplo de hipotéticas secesiones que la Unión Europea nunca autorizaría. Dos, que
su concepto de los catalanes y españoles, como si fuesen entes diferentes, es muy
similar al que tiene Junqueras o cualquiera de los Jordis, llegando a poner como ejemplo de ello el hecho
de que gentes de otros lugares de España llegadas a Cataluña se hubiesen
emparentado con catalanes de rancio abolengo, no pasando nada, oiga, como si una de las partes, adivinen cuál, fuese subsahariana. Y tres, y
más emotivo, Rajoy estaba muy afectado por la muerte reciente del fiscal jefe
de esa región, uno de los peones togados en los que se parapetó para no dar la cara más
allá de lo que fuese imprescindible. Como es de ver, nada nuevo bajo el sol,
todo muy previsible y anodino, como ese 155 que ya nació para poquita cosa.