No hay nada mejor que una campaña
electoral para degustar toda una sarta de estupideces bajo la forma de
propuestas que rozan el surrealismo. Así, el sacamantecas Pablo Iglesias lleva
en su candidatura al jefe del sindicato de manteros: todo un guiño al comercio
que paga impuestos, pero es que la cabra siempre tira al monte y un manta llama
a otra manta. Hay que presumir que el mantero tendrá papeles y podrá ejercer los derechos políticos de cualquier contribuyente, aunque en esta España de la pandemia todo
vale y nada es ilegal, siendo incuestionable que la imbecilidad cotiza siempre
al alza, como la que nos ofrece el desaparecido ministro Castells, un mostrenco en camiseta que no tiene
empacho en afirmar que si este gobierno colapsara sería la desintegración total
del país. Somos la última muralla en defensa de la civilidad, sentencia Don Manuel,
tuneando de esta guisa la célebre y atinada frase de Spengler sobre el pelotón
de soldados que siempre acaba salvando a la civilización.
Y como la cosa va de soldados en
un país que suprimió el servicio militar obligatorio, Pedro Jeta Ramírez,
siempre al quite cuando peor pintan las cosas para el Consenso, nos pide que salvemos al soldado
Edmundo Bal. Hay que joderse. Vaya tropa.