Las reacciones a la operación de
la Guardia Civil contra unos aprendices de terroristas en Cataluña no se han
hecho esperar. Torra, máximo representante del Estado en esa región, pone el
grito en el cielo, él, que no tuvo reparo en confesar que toda su familia
estaba apuntada a los CDR. A la vez, una consejera de su gobierno se pone al frente
de la turba que protesta contra las detenciones y grita fuera las fuerzas de ocupación. Muy lejos del teatro de
operaciones, el presidente del gobierno dice que de esto se ha enterado por la
prensa, lo que de ser cierto avalaría que Grande Marlaska es un verso suelto que aspira a mayores cometidos. También
añade en sus disfunciones que le parece mal, sin especificar qué es lo malo, si
lo que los detenidos planeaban cometer o que hayan sido puestos a disposición
de la autoridad competente.
En su miopía, no han tardado los
políticos de España Suma (cero) en volver a invocar la aplicación del artículo
155 de la magna carta, cuando la triste y cruda realidad es que lo que Cataluña
necesita de verdad y desde hace tiempo es el artículo 116, ése que contempla los estados de alarma, excepción
y sitio. Aunque bien mirada, esa miopía es comprensible: ellos no habían nacido
cuando se aprobó la Constitución. Mas tampoco se han tomado la molestia de
leerla. Así vamos, sumando incompetencia.