1. En el caso de Navarra, y a efectos de su incorporación al Consejo General Vasco o al régimen Autonómico vasco que le sustituya, en lugar de lo que establece el artículo 143 de la Constitución, la iniciativa corresponde al Órgano Foral competente, el cual adoptará su decisión por mayoría de los miembros que lo componen. Para la validez de dicha iniciativa será preciso, además, que la decisión del Órgano Foral competente sea ratificada por referéndum expresamente convocado al efecto, y aprobado por mayoría de los votos válidos emitidos.
lunes, 31 de octubre de 2011
A remar
sábado, 29 de octubre de 2011
Algo se mueve
jueves, 27 de octubre de 2011
Corre, corre
miércoles, 26 de octubre de 2011
Lecciones de historia
martes, 25 de octubre de 2011
Sodomitas
lunes, 24 de octubre de 2011
Lágrimas y júbilo
sábado, 22 de octubre de 2011
Otra transición
viernes, 21 de octubre de 2011
La ruta
jueves, 20 de octubre de 2011
Creced y multiplicaos
martes, 18 de octubre de 2011
Catatònicos
domingo, 16 de octubre de 2011
El del medio
viernes, 14 de octubre de 2011
Banderas
jueves, 13 de octubre de 2011
Desfiles y paradas
martes, 11 de octubre de 2011
De vinos
domingo, 9 de octubre de 2011
Enanos intelectuales
viernes, 7 de octubre de 2011
Una cultura
jueves, 6 de octubre de 2011
¿Quedamos?
miércoles, 5 de octubre de 2011
La pierna
Por Tolerancio
Es sabido que el general López de Santa Anna, el mismo que sitió El Álamo y pasó a cuchillo a sus heroicos defensores, mandó enterrar su pierna. Le preparó un solemne funeral de Estado, con toda la pompa inherente a su rango, pues era la pierna de un altivo general, de todo un presidente de
Él, de un bombazo espantoso, también perdió una pierna. A su alrededor había casi un millar de cadáveres… destrozados, con las tripas fuera, desmembrados, otros quemados, humeantes aún, tiroteados, cuerpecitos de niños flotando a la deriva en un inmenso charco de sangre. Pero había salvado la vida. No fue fácil mantener el equilibrio en esa balsa negruzca: perdía el pie y caía, tropezaba con las vísceras, chapoteaba, reptaba entre los muertos. Pero no era uno de ellos, y en el fondo estaba agradecido.
Cuando salió de ese lugar horripilante, dantesco, se giró para contemplar por última vez aquella masacre formidable y arrojó lejos de sí un bulto sucio que traía al hombro y que pesaba como un muerto. Era su pierna… abandonada al fin en medio de aquel gurruño de vidas deshechas. Sin esa carga a cuestas, se sintió más ligero, aliviado, y, renqueante aún, continuó su camino diciéndose: yo no soy uno de ellos. He perdido una pierna, pero aún me queda otra y he de velar por ella.