La primera sesión del juicio
contra el Fiscal General del Estado ha dejado un espectáculo cuando menos curioso:
en uno de los recesos de la vista oral el acusado ha sido recibido con una sonora
ovación por parte del personal de la fiscalía. Siendo benévolos la ovación se
puede interpretar como una muestra de afecto y solidaridad en un trance delicado;
pensando mal, y dado el poco respeto por la justicia que tiene García Ortiz, debemos
creer que estamos a ante una muestra de chulería y recochineo, el sostenella
y no enmendalla que rodea siempre a este gobierno, ¿por qué, a fin de
cuentas, para quién trabaja este Fiscal General?
El espectáculo a la búlgara recuerda mucho
al que algunos jueces, fiscales y funcionarios de la Audiencia Nacional
brindaron al juez Garzón cuando debió abandonar su juzgado al quedar suspendido
por su imputación en un delito de prevaricación. Luego, el intrépido magistrado
ya nunca más volvió a ese foro. Quizá estemos ante un presagio en lo que al
Fiscal General se refiere y más que ante un
aplauso estemos ante una despedida, lo que sin duda redundará en beneficio de
la justicia.



