Estaba claro que Griñán no
pisaría la cárcel, ya fuese por problemas de salud, por la vía del indulto o
porque el camarada Pumpido le echase un cable cuando tocase. No podía ser de
otra manera, hay que odiar el delito y compadecer al delincuente, en este caso
delincuente enfermo, y así lo ha hecho el tribunal competente. Tampoco es que
caso de haber entrado en prisión el hombre hubiese estado mucho tiempo ahí
metido, pero al menos se hubiesen guardado un poco las apariencias, que el
cumplimiento de la ley siempre ha de tener un carácter ejemplarizante. Otros
enfermos en la misma situación no tienen esa suerte pero es sabido, parafraseando
a Orwell, que unos enfermos que son más enfermos que otros. Sobre eso trataba aquel manifiesto de abajofirmantes que exigía el indulto para nuestro hombre.
Que le aproveche el beneficio
concedido, y aquí paz y después gloria, si bien el vulgo que paga sus impuestos
se pregunta sobre el dinero robado: para el tribunal, y siguiendo la doctrina
Pumpido, eso no parece tener especial trascendencia constitucional, ni siquiera
legal. Así estamos.