La pasada noche, y a cuenta de la enésima tregua farsa de la secta, PJ Ramírez entrevistó en su televisión al etarra arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa. No era la primera vez que esto sucedía, y seguramente no será la última, pero en esta ocasión la entrevista/interrogatorio-con el periodista, que bien pudo ser víctima del arrepentido, en el papel de duro fiscal-tuvo una profundidad de la que careció la anterior. La cosa no fue más que un breve resumen del magnífico libro que hace ya años nos dejó Matías Antolín tras múltiples conversaciones con el protagonista de una historia que es de todos, la del terrorismo etarra en los años 80 con el Comando Madrid, antes España. Fue un documento, más que entrevista, que tocó los atentados más importantes en los que participó Soares, aunque al final supo a poco, se quedó corto en lo referente al día a día de un comando terrorista, las idas y venidas, la financiación, principalmente porque Ramírez quiso llevar el asunto, y no está mal con los vientos que soplan, al terreno de la culpa y el arrepentimeinto, qué sientes cuando te miras al espejo cada día, qué sentías cuando apretabas el gatillo, qué le dirías a tus víctimas. Preguntas que el interesado respondía de forma lacónica, con unos deseos evidentes de pasar página que no podían ocultar un cierto abatimiento, magro consuelo para esas víctimas y sus familiares.
En la parte final del programa, cuando más interesante era, se echó en falta una ronda de preguntas por parte del público, lo que a buen seguro impidió el ego de un director que se gustaba a sí mismo en plan Gitta Sereny dialogando con Franz Stangl, comandante de Treblinka. Sin entrar a valorar cuestiones como el arrepentimiento, la mayor o menor colaboración con la justicia y la rapidez en la concesión del tercer grado y posterior libertad al convicto, se quedó en el tintero, y existen imágenes que lo prueban, que Soares Gamboa, entonces en prisión, lideró una pequeña revuelta de presos etarras que condenaban el asesinato de Miguel Ángel Blanco. En resumen, un buen documento, aunque el libro, como suele ocurrir con las novelas que se llevan a la pantalla, llega más lejos en el relato de los hechos y en las motivaciones que pueden llevar a un tipo normal a convertirse en criminal.