Que las redes sociales son un
avispero salta a la vista y no es necesario extenderse mucho en ello:
constantes son los procedimientos judiciales que se incoan por injurias,
calumnias, enaltecimiento del terrorismo y otros tipos penales variados por opiniones lanzadas
en la red. Hace poco una tuitera fue empapelada por alegrarse-manda narices que
lo haga ahora con lo que ha llovido desde aquel 73-del asesinato de Carrero
Blanco. Como no podía sert de otra manera, la señora era esperada con los brazos
abiertos en la Audiencia Nacional, pero su juicio se ha suspendido, siendo el
motivo una más que complicada relación abogado-cliente.
No se puede elegir letrado de
oficio, pues como un hijo, te toca lo que la suerte quiere: guapo o feo, listo
o tonto. Es como la ruleta de un casino y la bolita caprichosa. Y así, a la tuitera montaraz le tocó un abogado que admiraba al almirante y que planeaba una línea de defensa basada en
el trastorno mental de su clienta. Y en verdad no es mala estrategia: mejor
apelar a la indulgencia-miren, señorías, qué necia es la pobre-que al sentido
del humor-qué graciosilla, verdad-de los ropones que han de juzgarla. Porque, a
fin de cuentas, el sarcasmo más cruel con el magnicidio de Carrero ya quedó
agotado con el mismísimo Franco, quien no tuvo reparo, tras conocer la noticia,
en afirmar aquello de no hay mal que por bien no venga.