La crisis por la invasión que
sufre Canarias-¡migrantes! dice la progresía nacional-está generando un
problema que en circunstancias normales haría tambalearse al gobierno pero que
en este extraño país sólo acabará perjudicando a la oposición, como es ya tradición.
Recuerda mucho la cosa a la profética novela de Jean Raspail, El desembarco, quizá con el matiz, normal
por el transcurso de los años, de que ahora los invasores vienen con un teléfono
móvil de última generación y se alojan, a la espera de ser repartidos por todo
el territorio nacional del bienestar social, en hoteles de un cierto nivel: a remojo
en la piscina, pese a que el Tribunal Constitucional se moja-¡oh, cielos!- y
dice que son ajustadas a Derecho las devoluciones en caliente, si bien para las
plazas de Ceuta y Melilla. Magro consuelo para unos canarios que quedan a la intemperie y lamentando
que por culpa del virus chino no vengan los turistas de toda la vida. En fin,
como dice José Mota, las gallinas que entran por las que salen.
* Fotografía cortesía del amigo Fuga.