Parecía que el gobierno había colocado
a un coronel para poner firmes-coordinar, nombre técnico-a los mozos de
Trapero, y decimos parecía, fracasos al margen, porque el coronel acude a las reuniones de rigor sin
lucir uniforme, estrellas y condecoraciones, lo que sí que hace el Mayor de
Santa Coloma. Es esta desnudez, la de ir de paisano siendo militar, el perfil
bajo que hasta aquí nos ha traído y del que difícilmente nos van a poder sacar.
De los Cobos es hermano de aquel Presidente del Tribunal Constitucional que
decía que el intento de secesión catalana era un problema político y no
jurídico, y en eso parece estar también el coronel, que acude a sentarse con
los rebeldes vestido con el siempre sobrio traje de los políticos. No sabemos
si nuestro hombre ha leído a Spengler, pero si lo ha hecho da una nueva
interpretación a la máxima del pensador alemán y considera que si al final un
pelotón de soldados tiene que salvar la civilización que lo haga, qué remedio,
sin ensuciarse mucho el traje.
viernes, 29 de septiembre de 2017
miércoles, 27 de septiembre de 2017
Sin ofender mucho
En este trance de un prusés que enfila su recta final hay que
reírse ya de todo sin tener mucha compasión por aquellos que puedan darse por
ofendidos: donde no rige la ley, que impere el humor. Conocida es la anécdota del embajador británico que en 1942, y ante
la avalancha de estudiantes falangistas que se manifestaban frente la embajada
británica en Madrid reclamando la soberanía española sobre Gibraltar, pidió a
Serrano Suñer, a la sazón ministro del Interior, que no le enviase más policías
sino menos manifestantes.
De esa historia, salvando alguna
distancia, se acuerda uno cuando lee la noticia de que el ministerio del
pancista Zoido desautoriza los actos de despedida-a por ellos, oe, canta el personal-a los agentes del orden que
partan para el Ostfront. Parece como si el rebelde Puigdemont hubiese llamado a
Rajoy para decirle que si le tienen que mandar muchos guardias, vale, pero que
no vengan con la moral alta y sí un poquito avergonzados, de tapadillo, sin ofender. Esto no
se le ocurre ni al que asó la manteca, pero sí al del barco de Piolín. Y el
Presidente en USA, donde se manda al Ejército para que se cumplan derechos civiles,
mientras él se apaña con unos ropones del Constitucional y un despacho para
Soraya en Barcelona. Qué poco nos pasa y cuánto merecemos. Oe.
lunes, 25 de septiembre de 2017
La revolución
El pasado viernes estuve en la
Ciudad de la Justicia-por la cafetería andaba un circunspecto Junqueras-y
pude ver a unos cientos, no muchos, de separatista esperando a que el juez del
13 diera suelta los detenidos del Prusés.
Al marchar, y mientras cruzaba un paso de peatones, puede
escuchar como un motorista a lomos de una Harley-Davidson increpaba a un hombre
de mediana edad envuelto en una estelada:
ponte a trabajar, cabrón, y paga
impuestos, mamón, subnormal. El hombre calló ante los improperios y siguió alegre la senda del paso de cebra en pos de la multitud en la que diluirse.
He ahí el quid de la cuestión: que esta es una historia de
muchos desocupados que tienen todo el tiempo del mundo para manifestarse, o de
funcionarios que reciben libranza de sus jefes para la misma tarea, por no
hablar de estudiantes que amenazan con huelgas que no atacan ningún sistema
productivo. Queda claro que estamos ante una revolución de pijos y
funcionarios, de ahí el apoyo de Comisiones Obreras-no hay obreros sin industria-a la charlotada, por lo que
aquí no puede aplicarse la máxima de Lafargue, al día siguiente de la
revolución habrá que pensar en divertirse: estos fulanos llevan toda esta revolución divirtiéndose. Tanto, que más que una revolución parece una gymkana.
Lástima no tener un Tom Wolfe que lo cuente.
jueves, 21 de septiembre de 2017
Un hombre sin Estado
Ayer noche, en hora de máxima audiencia televisiva, d el Presidente del
Gobierno compareció de manera solemne para dar cuenta de las medidas adoptadas
contra el desafío separatista. Aseguran algunos que vivimos un momento
histórico pero lo cierto es que el único que está haciendo historia
es Felisuco. De la comparecencia resaltar que Rajoy usó dos veces la expresión
podemita la gente, una vez dijo parlamén y otra cheneralitá, lo que evidencia que al menos en lo relativo al
lenguaje, casi siempre perverso, nuestro hombre va en la onda de los enemigos
del Estado, que son legión y que ya hasta se manifiestan en la Puerta del Sol.
Por otra parte, y no es baladí,
las entradas y registros y las detenciones practicadas ayer obedecen a una
orden de un juez de Barcelona como consecuencia de una denuncia de VOX, partido
por el que el Presidente no siente gran simpatía, y no por una orden del
Gobierno a la Guardia Civil. De Fraga se decía que era un estadista sin Estado
y de Rajoy bien se puede decir que es un hombre sin Estado-aunque lleve toda su vida amorrado a sus ubres-al que un vulgar
rufián le exige que saque sus sucias manos de una parte de la nación. Por ello
resulta preocupante su exigencia final a los rebeldes para que eviten males
mayores: ¿la independencia, tal vez?
lunes, 18 de septiembre de 2017
El precio de la farsa
La última aportación de María
Soraya al problema catalán ha sido, como es marca de la casa, una boutade: para afear a los rebeldes una
conducta sufragada por el Estado que consiste en liquidar a su manera y en su
feudo el Régimen del 78, la señora les ha dicho ¡con tanto trabajo que nos
costó conseguir las libertades! Obviamente, y al margen de que María Soraya usa el plural
mayestático, pues cuando el Caudillo fue llamado por el Altísimo ella gastaba
chupete, el reproche no tiene un pase, pues las libertades llegaron solitas, o
de la mano de las Cortes franquistas, tras la muerte en la cama del Jefe del
Estado.
Se principia falseando la
Historia para encubrir extraños complejos de culpa y se acaba haciendo el juego
a los enemigos del propio sistema, que de la falacia del coste de las
libertades y la lucha antifranquista-que fue una oposición tan dura como la que
sufre el régimen norcoreano de Kim Jong-Un-a la afirmación de que con Franco no
se podía hablar catalán sólo hay un paso, el de la perversión del lenguaje, pero
María Soraya es abogada del Estado, y colegas suyos fueron los amanuenses de un
texto constitucional que nos legó el engendro perverso de nacionalidades y
regiones. Y qué es una nacionalidad sino una nación, se pregunta el vulgo
inocente mientras escucha aterrado a sesudos tertulianos hablar sin parar de un
155 que brota de la misma fuente que las nacionalidades. Todo, pues, es una farsa, una
estafa, o un disfraz.
viernes, 15 de septiembre de 2017
La procesión del silencio
Javier Arenas, del que no se
conoce oficio pero sí mucho beneficio, ha dicho sobre el contencioso catalán
que la minoría silenciosa tiene que reaccionar ante la minoría extremista. La sentencia no deja de tener su gracia viniendo de un senador que si por algo se
caracteriza desde hace muchos años es por ir a tan ilustre cámara de próceres a
trincar el sobre mensual y no abrir la boca, pero también es una demostración
de la actitud de su partido y del gobierno en este cansino problema: no hacer
nada y que sean los afectados los que planten cara al desafío separatista.
Uno pensaba, en la tradición más
liberal de las grandes naciones y asumido que los ciudadanos carecen del monopolio
de la fuerza legal y tampoco tiene derecho a portar armas, que la cosa era al
revés, que es la mayoría silenciosa la que se encomienda al gobierno para que no se
impongan los extremistas, pero para el ínclito e incombustible Arenas-en la
misma senda que su compadre Albiol, que se va del escaño abandonando la bandera-ha de ser esa mayoría silente y doliente la que se enfrente a los rebeldes sin
más coraza que su excelente talante democrático, cara bonita y anchas espaldas. Sólo la gracia andaluza de
nuestro senador tolera tamaña estupidez.
martes, 12 de septiembre de 2017
El cafelito
Pensarán ustedes, queridos
compañeros de esta Legión, que me he aficionado a la inefable Sánchez Camacho,
pero es que si uno debe resumir este sainete de la independencia tiene muy
complicado hacerlo de manera gráfica sin recurrir a la fotografía de esta señora,
amén de la no menos inefable Levy, con el rebelde Puigdemont y el cafelito de
marras. Y decimos sainete porque visto el buen rollito y las risas y aplausos
entre los actores, mucho de cómico tiene esta historia, tanto que uno ya duda del
numerito consistente en abandonar los escaños y dejar las banderas,
inclinándose por creer que era otro elemento más de un atrezzo ya insoportable, en este
caso para la hazaña de una vieja podemita que, con cachondeo generalizado, trincaba esos símbolos en una
sala que ya era un manicomio.
Quizá quede gente que todavía,
con un poco de razón pero con mucha ingenuidad, invoque a Churchill con el
reproche a Chamberlain, deshonor y guerra a la vez, pero es algo demasiado serio, por histórico, acudir a personajes que
son patrimonio de grandes naciones. Aquí, mucho más mediocres, tras un intento de secesión en toda
regla, unos y otros toman un café que, para desgracia del vulgo, no es para
todos, sólo para ellos, por lo que la única cita de la que se puede echar mano
es, mutatis mutandi, la de aquel
ilustre catalán, Josep Pla: ¿y esto quién lo paga? Fácil es la
respuesta.
jueves, 7 de septiembre de 2017
El pelotón
El esperpento de ayer en Cataluña
ha tenido una justa réplica por parte del gobierno: convocar una comisión de
subsecretarios y poner firme al Tribunal Constitucional para que sea éste, al
menos hasta que acabe la Vuelta Ciclista a España, el que empitone a los
sediciosos, o al menos lo intente. No por esperado habrá resultado menos decepcionante para muchos
ingenuos que esperaban un golpe de efecto que pusiese fin a la farsa, pero es lo que tiene invocar una y otra vez el imperio de la ley, que
un día descubres con desencanto que ese imperio es la banda de Soraya y sus abogados del
Estado-a su manera estadistas-y unos cuantos tertulianos de TVE que siguen en la pantalla desde la
Transición. Unos y otros y en alegre comandita son ese pelotón de torpes que al
final siempre acaba hundiendo una civilización. Es la tradición. Y la historia.
lunes, 4 de septiembre de 2017
La sinécdoque perfecta
Más allá del atentado de las
Ramblas, sobre el que ya se ha escrito casi todo, el tórrido y felizmente
acabado agosto nos deja una imagen impagable, la de una se esas reuniones
veraniegas del Congreso que para nada sirven, una fotografía con unos curiosos
protagonistas y que atesora una enorme plasticidad. Un diputado del PP que parece
confesarse con otro colega, o socio, de Ciudadanos, la grotesca Camacho con una
pata ortopédica que es metáfora de una España quebrada y un diputado
nacionalista vasco que se parapeta junto a lo que parece un extintor, quizá una
manguera, de incendios y espía a los que considera, seguramente, sus enemigos.
Podrá decirse que faltan Tardá y Rufián-que estarían en el bar-o un socialista
y un podemita, que tanto monta, pero
lo bueno que tiene esta España del Consenso es que unos cuantos de sus próceres
representan a todos los demás. Es la sinécdoque perfecta y permanente, la que
no descansa ni en agosto y que se reinventa, ya están ahí, cada septiembre.
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