Vaticinaba días atrás Santiago
Abascal que el PP acabaría como la UCD, no en vano Casado repescó a Suárez
hijo, el Mr. Bean de La Mancha y cenizo de reconocido prestigio. Y a ello se
encaminan con paso firme los chicos y chicas de la calle Génova. Hoy más que
nunca emerge con fuerza la imagen de un desertor Rajoy saliendo de un
restaurante con una trompa descomunal mientras se debatía una moción de censura
que él solito podría haber abortado presentando su dimisión. Pero la culpa es de
VOX, que ha fragmentado a la derechita cobarde según una tropa tertuliana que a
diestro y siniestro se relame porque se ha frenado a lo que ellos definen como
ultraderecha.
Desolador paisaje tras la batalla
con un paisanaje que, favorecido por una ley electoral infame e impulsado por
unas televisiones hostiles a toda idea de España, acude a votar con las tripas
para expulsar a la derecha de la vida civil y política. Aunque bien mirado,
esto nos dejará una cierta tranquilidad: una victoria de esas feroces derechas hubiese
provocado otra revuelta como aquella del 34. Quizá por eso Rajoy prefirió beber
y olvidar y dejar pasar.