Un lobo solitario-concepto en íntima
relación con el de hecho aislado-ha vuelto a actuar y deja como balance un
sacristán muerto y un cura y varios feligreses gravemente heridos. En verdad,
el sacristán fue asesinado a machetazos pero casi todos los medios de
comunicación y políticos de todas las ideologías hablaban de un fallecido, así,
tal cual, como si el hombre hubiese muerto en la iglesia porque una viga cayó sobre su
cabeza. Y eso que el asesino invocaba a Alá mientras perpetraba el crimen. Pero
nada: aunque la Audiencia Nacional haya asumido el caso no parece que esto sea
terrorismo yihadista. La propia conferencia episcopal, por boca de su
secretario, nos dice que no caigamos en la demagogia de identificar terrorismo
con religión. Hombre, ese razonamiento valdrá para la religión católica, pero
no para otras.
Los medios, por su parte, echan
el resto buscando extravagantes justificaciones más propias del abogado
defensor del criminal: que si consumía drogas, que si le habían lavado el
cerebro, que si el sacristán fallecido lo
había expulsado de la iglesia unos días antes…Algo habría hecho el muerto,
podemos concluir. Ése era un latiguillo que se usaba mucho en los años de plomo
de la ETA para justificar lo injustificable. Luego, se nos decía que aquellos
terroristas no eran vascos, era simples asesinos. Pues no: eran vascos de pura
cepa y por eso mataban a los que no lo eran, o no lo eran lo suficiente. Como
este lobo solitario: un musulmán con todas las de la ley coránica. Pero sigamos
siendo prudentes, que de algo hay que morir. Y ya muertos, la vida eterna.