La decana del Ilustre Colegio de
la Abogacía de Barcelona-antes era el Colegio de Abogados de Barcelona pero el lenguaje
inclusivo obligó a cambiar el nombre para no caer en el ridículo-ha sido nombrada Delegada del Gobierno en
Cataluña. De casta le viene al galgo, pues su padre, Eugenio Gay, fue vicepresidente
del Tribunal Constitucional, entre otras prebendas como ser Decano del mismo
Colegio que hasta ahora ha dirigido su hija María Eugenia. No parece que el
nombramiento como Delegada del Gobierno en Cataluña sea casual. Si bien la elegida no se
muestra partidaria de a independencia de Cataluña, considera que al problema catalán hay que darle solución política.
Por eso es partidaria de los indultos a los golpistas y por eso mismo, previamente,
había considerado que la sentencia de Marchena y compañía era desproporcionada.
O sea, valga una cosa y la contraria, como los socialistas catalanes. Ahora,
presuntamente, da un salto en el escalafón y abandona el mundo corporativo para
recalar en la política.
Podrá pensarse que la flamante
Delegada, como es tradición en la familia, es mujer ambiciosa y ha progresado
adecuadamente, mas las apariencias engañan: la presencia del Gobierno, valga
también el término Estado, es mínima en Cataluña, a las pruebas hay que remitirse,
algo puramente decorativo. Pero María Eugenia tiene buena imagen. De eso no hay
duda. Para el cargo es suficiente.