Quién nos iba a decir que el lema socialdemócrata de Obama triunfaría en España de la mano del mediático Pablo Iglesias, autoproclamado heredero del 15-M que con poco presupuesto ha demostrado que se puede aglutinar a iguales partes el voto del descontento por la crisis y el de la nostalgia por el socialismo real. Como era previsible, y desde la antenas mediáticas del sistema, curiosamente las mismas que han patrocinado al profesor de la coleta en sus tertulias, se ponen sobre la mesa las similitudes entre la extrema derecha y la izquierda, el fascismo y el comunismo, tal vez por el triunfo de Le Pen en Francia o el éxito de las antorchas en Grecia. Vana retórica y ganas de enredar ante el fantasma del miedo.
En general, las posibles similitudes entre dos cosas son siempre una cuestión sometida al subjetivismo del cristal con que se miran, o al estado de ánimo, aunque para parecidos razonables el de los dos grandes partidos españoles, que se consuelan mutuamente ante unos malos resultados y se lanzan mensajes cariñosos a fin de hallar una fórmula que garantice la estabilidad de un sistema que, obviamente, es el suyo. Dicho esto, la única similitud que aprecio entre Podemos y el fascismo es ese tuteo tan falangista que Pablo Iglesias utiliza en las tertulias y que es el anticipo de cualquier revolución, si bien el chico, muy serio siempre, y a diferencia de lo que sostenía Paul Lafargue, no está dispuesto a divertirse al día siguiente de hacer su revolución, que era lo que predicaba José Antonio con aquello de buscar una España alegre y faldicorta. Aunque ya puestos, también podemos hallar una evocación del fascismo en una Soraya SS que nos asegura que, por fin, en España vuelve a amanecer.