Crepitaron la día siguiente las
armas de fuego en las calles de Madrid por donde se extendió de pronto ese
populacho típico de todas revoluciones: infrahombres sucios, de ceño asesino;
mujeres hiena, vociferadoras y desgreñadas, que llevaban en los ojos la alegría
de poder matar; chicuelos alborotadores, orgullosos del revólver que habían
conseguido, pero cuyo mayor placer eran las llamas de los incendios; toda la
gentuza que sufre de fealdad física o de fealdad espiritual, la que lleva las serpientes
de la envidia en el caduceo de su impotencia,, de su “inservicialidad”; la que representa el salto al aborigen salvaje, la
que no tiene en el alma más que una fuente de odio con la que quisiera anegar
el mundo; una plebe exaltada, feroz, que invadía las calles, pasaba en camiones,
escalaba los techos de los tranvías y lucía con petulancia amenazadora sus instrumentos
de muerte. Actitudes y gestos que nos parecía haber visto ya otra vez, quizá por
reminiscencias de estampas de otras revoluciones. El aparato de radio junto al
que hacíamos una guardia anhelante llenaba la estancia de voces iracundas que excitaban
a la violencia. Cuando oímos que el gobierno había decidido armar a las turbas,
tuvimos la desalentadora visión de un terrible mal irremediable.
Lo dicho: imprescindibles.
8 comentarios:
'Madrid de corte a checa' era terrorífico. Se te ponían los pelos de punta.
Cierto, Fuga. Los dos de Wenceslao recuerda mucho al de Foxá, y son muy buenos, si bien Madrid...es mejor. Un buen retrato de lo que fue aquel Madrid revolucionario donde las gentes de derechas, como los llamaban sus enemigos, no sabían dónde esconderse. Relato de la angustia y el miedo.
fealdad espiritual al tiempo que física... vociferadoras... cómo me recuerdan esos retratos a muchas gentes que hacen de esa fealdad su empoderamiento... real y actual... me lo leo, me lo leo, me lo leo...
Tolerancio, ya los tengo a su disposición para cuando guste.
Foxá y su obra emblemática obra ya fueron tratados en esta bitácora un tiempo atrás.
La turba.
Vaya un extracto del retrato que hace Foxá de esa turba, muy similar al del Fernández Flórez:
Pasaban masas ya revueltas; mujerzuelas feas, jorobadas, con lazos rojos en las greñas, niños anémicos y sucios, gitanos, cojos, negros de los cabarets, rizosos estudiantes mal alimentados, obreros de mirada estúpida, poceros, maestritos amargados y biliosos. Toda la hez de los fracasos, los torpes, los enfermos, los feos; el mundo inferior y terrible, removido por aquellas banderas siniestras. “Sí, sí, sí; queremos un fusil para el fascio combatir.” 171 Y los del fondo contestaban: “No, no, no; queremos un cañón para la revolución.” Fúnebre, solemne, sonaba la “Internacional”: “Arriba los pobres del mundo, en pie famélica legión...” Y luego, la frase espantosa de rebeldía: “Ni en dioses, reyes ni en tiranos está el Supremo Salvador; nosotros mismos nos salvamos.” Subía la masa alucinante de los vencidos, de los miserables, por la Cibeles y Neptuno. Los vendedores, como en las romerías y procesiones de antaño, voceaban sus rosquillas de inocente azúcar, los caramelos y las copas de anís. Otros vendían banderitas rojas, corbatas y papeles, rosas y verdes, como de aleluya del Corpus, con los himnos. -A diez céntimos, “La joven guardia”. Desfilaban más de doscientos mil entre bosques de banderas con la hoz y el martillo y las banderas negras de los sindicatos. El de ferroviarios, con su locomotora blanca abultada sobre el trapo oscuro, y el sindicato de Correos, y el de panaderos, y la Asociación de Ciegos Marxistas, que iban a la revolución pensando arrancar los ojos a los que veían. Todo era triste. Zumbaba como una amenaza: “Go-bierno, obrero y campesino; Go-bierno, obrero y campesino.” Y al frente, enormes retratos de Lenin y Stalin. Era Rusia, que nos invadía. Ni un grito español. Unos miserables, con el puño cerrado, subían por Colón. “Rusia, sí; Patria, no; Rusia, sí; Patria, no.”
"...y la Asociación de Ciegos Marxistas, que iban a la revolución pensando arrancar los ojos a los que veían."
Jojo.
Pues todo eso es lo que reivindica toda la gentuza que ahora nos malgobierna. A eso es a lo que aspiran.
Yo no viví el ambiente de la preguerra ni desde luego la guerra tampoco. Y quiero decir que no lo presencié personalmente, pero si lo escuché decenas de veces y de primera mano de alguien que sí lo vivió. Las dos cosas, las salvajadas que se invocaban y muchas de las cuales se ejecutaron desde la proclamación de la república, las aún peores salvajadas que se perpetraron en los pueblos de España donde no triunfó el alzamiento una vez producido y la guerra en sí. Y me lo explicó con pelos y señales alguien digno de mi mayor crédito. Mi padre.
Al hombre, rojo por geografía, no le perdonaron ni un solo día de contienda y anduvo los tres años fusil al hombro desde Extremadura a Teruel, en todos los fregaos, pero, y confirmando el tema objeto de los libros que estamos comentando en este post, siempre me dijo que fueron mucho peores las acciones y tropelías cometidas en la retaguardia que la lucha en los frentes de querra. Afirmaba que en los campos de batalla ya sabían cual era el juego y existen unas reglas a que atenerse, mientras que en los despachos y antros de retaguardia habitaban los más miserables individuos, llenos de odio y rencores, tejiendo revanchas y venganzas, pero sin la valentía suficiente para defender sus creencias con mínimo de honor y de coraje.
Y ahora viene esta gentuza, ninguno de los cuales ha visto de cerca algo que no sea una escopeta de caza, reivindicando la peor epopeya en la historia reciente de este sufrido y maltratado país.
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