Cuando Iceta fue puesto al frente del ministerio de política territorial se nos dijo que aquello era el premio por los favores debidos, que el hombre sería una figura decorativa, horrorosa como esos jarrones que nada decoran, pero al final el tipo-la gogó del LLobregat según apodo puesto por Jiménez Losantos-ha resultado ser el elemento que ha consumado una tropelía que, iniciada por otro intrépido como Marlaska, completa un poco más el desmantelamiento del Estado en beneficio de los taifas peninsulares: el traspaso al gobierno vasco de Instituciones Penitenciarias.
Entendámonos: si esa competencia
se cede a Casilla La Mancha o a Extremadura, poca trascendencia tiene el
evento, pero en el caso del País Vasco, como en Cataluña ha ocurrido con los golpistas, la cosa se complica de
mala, y sospechosa, manera. ¿Cuánto tardarán en salir de permiso o con un
tercer grado presos etarras con largas condenas? Podrá decirse que al final
serán los jueces los que tengan la última palabra, pero eso es ya entrar en
otra dimensión, la de la interpretación judicial, nada recomendable, porque no
nos engañemos, los presos etarras no son presos políticos pero han matado por
razones políticas, y es en ese terreno donde todo se emponzoña, y es ahí también donde
entra un burócrata de partido como Iceta, que no tiene empacho en declarar de manera grandilocuente-sólo le ha faltado marcarse uno de sus obscenos bailoteos-que con
esa cesión se salda una deuda histórica. Hombre, histórica lo será desde los días de la
moción de censura que auparon al camarada Sánchez a la más alta cima de la
magistratura con el apoyo de los recogenueces, quienes ya adelantan sus perversas intenciones.
Al final, el numerito de Bolinaga será una anécdota comparado con lo que viene, eso que de manera tan certera ha sido definido por Rogelio Alonso como la derrota del vencedor.
1 comentario:
un libro sensacional que leí gracias a su recomendación, don reinhard... "la derrota del vencedor"... el título lo dice todo... léanlo si tienen ocasión...
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