Estaba cantado que una vez
finalizado el estado de alarma la peña se desmadraría para celebrarlo, de ahí
que hayan surgido voces, curiosamente todas de la izquierda, que abogan por
mano dura para controlar a la muchachada revoltosa. Una falsa libertad lleva al
libertinaje, sentencia la delegada del gobierno en Madrid, una señora que no
tiene reparo en exigir a Ayuso un toque de queda…para San Isidro. Acabáramos.
En la misma línea, Arnaldo Otegui, que en esta España del siglo XXI lleva
camino de convertirse en un prócer de la patria, que ya se sabe que los vascos son los más
españoles de todos, dice que no hay que confundir terrazas con libertad, que
con Franco había terrazas pero no libertad. Podría haber elegido un
ejemplo más cercano en lo geográfico y más próximo en el tiempo y señalar que
hasta hace bien poco en su idílica Euskal Herria había terrazas y pintxos pero no libertad, que a más de
uno de dieron pasaporte los chicos de la ETA mientras tomaba unos vinos. Y qué
decir de Mónica García, lideresa de la oposición madrileña, que advierte que tomar
cañas no es libertad, es desahogo.
Ya se lo indicó Lenin a Fernando
de los Ríos, ¿libertad para qué? Libertinos.
2 comentarios:
tomarse unas cañas y unos berberechos: un despreciable acto contrarrevolucionario... el gulag se hizo para gentuza así...
Muy cierto el paralelismo, los que ahora invaden terrazas y se hartan de cañas son como aquellos kulaks que, como pequeños propietarios agrícolas, fueron expropiados primero y enviados al Gulag después por el régimen soviético. Qué tiempos vivimos.
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