El destino ha querido que coincidan en el tiempo las elecciones francesas y el nuevo gobierno en Castilla y
León, antaño Castilla la Vieja. Un nexo, o más bien un concepto, une ambos
acontecimientos, el cordón sanitario, que ahora se invoca por parte de la
progresía de la agenda 2030 para la segunda vuelta en Francia y que se pretende
trasladar a España para, en un futuro inmediato, cercar a VOX, equivalente
patrio del Frente Nacional francés.
Estos cordones sanitarios son
siempre el plan A para adulterar la democracia en los siempre corruptos estados
de partidos; luego viene el plan B, caso de ser necesario, como sucede con
Hungría, país que permite que el pueblo se pronuncie sobre determinadas
cuestiones y que acto seguido sufre las amenazas de los sacamantecas de Bruselas
porque el resultado de una consulta rompe un consenso general que nadie ha
votado.
Luego nos cuentan que unas
elecciones son la fiesta de la democracia: depende del resultado que arrojen
las urnas. No en vano, una ministra del Reino de España decía que el de ayer
era un día pésimo para la democracia porque un presidente autonómico era
investido con los votos de VOX. Todo muy festivo.
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