Dejó escrito el filósofo Francesc Pujols que algún día los catalanes tendrían sus gastos pagados allá donde fuesen. Muchos catalanes pasaron el sábado en aquello que los nacionalistas denominan la Catalunya Nord y no tuvieron mejor idea que hacer cola en un puesto de churros que lucía la leyenda de especialidad española para referirse a este delicioso producto. Vamos, que los catalanes, como todo hijo de vecino, siguen pagando allá donde van, y además haciendo patria. ¿Y qué patria? Pues la española, obviamente, pues no tienen otra. Como sostiene Jon Juaristi desde hace años, no es que los nacionalistas no quieran ser españoles, es que quieren ser españoles de primera. ¿La patria catalana? Y un churro.
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11 comentarios:
se podría objetar a juaristi que los nacionalistas ya hace tiempo que se salieron con la suya, pues más de primera no pueden ser... todo está a su gusto desde hace tiempo... habrá que revisar esa teoría...
última hora: omeya preside la conferencia episcopal... ya me borré del club tiempo ha, pero no te digo ahora...
perdón es "omella" lo confundí con la dinastía musulmana, pero vamos, si lo piensas bien...
Leo por ahí que el tal Omella es un turolense que habla catalán, de confianza del Papa satánico y de agrado del gomierdo de España. Qué suerte no ser creyente.
jejeje...si'il vous plait un churro merci
- ein, a mí hablame en español paisano.
Un OMELLA de cardenal,a estirpe de los califas...está claro que hubo integración.
Por cierto, de traca la última del PP, eso de asistir a la manifestación de las tiorras feministas. Luego que si les escupen. Son entrañables en su idiotez.
Le dejo la crónica de Arcadi Espada sobre el aquelarre de Perpiñán:
A los españoles no los humilla nadie-
En un arrabal de Francia, un nacionalista, prófugo de la Justicia, reunió el sábado a decenas de miles de personas que le escucharon insultar y desafiar al Estado que infructuosamente le persigue desde hace dos años. El arrabal está situado a 30 kilómetros de la frontera española, de modo que es pedagógico y justificado imaginar que en Ventimiglia, el último pueblo de Italia antes de Francia, un dirigente nacionalista corso, perseguido por graves delitos contra la democracia francesa, diera un mitin contra la République. Y que lo diera gracias a dos circunstancias combinadas. La hospitalidad sin límites de las autoridades italianas y la pasividad absoluta del Gobierno de Francia. Dos imposibles tratándose de Italia y de Francia y de los delincuentes nacionalistas corsos. Pero que ayer se manifestaron cruda e irrevocablemente posibles cuando los protagonistas son España, Francia y los delincuentes nacionalistas catalanes.
El Estado francés estuvo examinando en los últimos días la posibilidad de una declaración que adjetivara al prófugo de ‘persona non grata’. Si no lo hizo, fue por razones diversas. Entre ellas se cuenta el tradicional desdén. Pero, sobre todo, la absoluta inacción del Gobierno español, que no hizo llegar a las autoridades francesas incomodidad alguna por el acto de Perpignan. Y lo cierto es que no solo el Gobierno. Ningún partido de la oposición urgió a desautorizar el acto del prófugo. Y lo cierto es que no solo la oposición política. Ninguna organización civil promovió tampoco ninguna protesta ni acción reactiva alguna. Contra Perpignan solo dio la cara durante la semana Manuel Valls, en diversas declaraciones y, el mismo día del acto, la portavoz del PP, Álvarez de Toledo, que dirigió una carta al presidente de la Asamblea francesa pidiéndole su repulsa institucional por la presencia del prófugo en territorio francés.
Sigue...
De modo que ayer estuve en el arrabal y entre los nacionalistas para ver todo eso con el pleonasmo de mis propios ojos. Doy fe. Sucedió. De hecho empezó a suceder el día anterior, cuando el prófugo fue recibido cordial y solemnemente por todas las autoridades políticas de Perpignan, incluidos los representantes del partido de Macron, y se permitió también alguna expansión civil como el saque de honor en un partido de rugby. De lo que sucedió en el acto no es demasiado sencillo para mí hacer el resumen. Por ejemplo, Clara Ponsatí. Hasta Perpignan mi opinión particular es que merecía la cárcel. Ahora pienso más en un sanatorio. Custodiado, pero sanatorio. A los jóvenes que ganaron la batalla de Urquinaona se dirigió en su deposición para decirles que los necesitaban. Luego Lloll Beltrán, una cómica que presentaba el acto. Se estuvo las dos horas cachondeándose sin tregua de Cataluña, de los nacionalistas y de la República. Cualquiera que estuviera allí no podrá dejarme por mentiroso. Bastará el ejemplo de unos niños que se habían perdido. Desde el escenario aseguró la cómica que ningún padre tenía que padecer porque entre catalanes los niños no se pierden. En un momento dado apareció un cantante francés. Y cantó que la revolución era como el alioli, que había que montarlo. Era una canción graciosísima, que lamento mucho no poder reproducir ni en sus versos cardinales. La viuda del periodista Carles Pérez de Rozas tuvo también su momento. Estábamos tan felices Sostres y yo en la jaula de la prensa, charlando de bares, cuando apareció la monstrua y encarándosele le reprochó unas supuestas mentiras que había escrito. Bien. Pasa mil veces. Querellas. Lo curioso, sin embargo, ocurrió cuando acabó con él.
—Y tú eres un hijo de puta.
.....
Era la primera vez que la veía. Nada sabía de su difícil existencia y aún no la había llamado monstrua. Es complicado resumir. Hasta me pareció descubrir una noticia medio agazapada sobre un asunto no resuelto. Oyendo las palabras de agradecimiento que el preso Rull dirigió a los franceses de Perpignan y el discurso de un escritor del lugar, no hay duda de que una parte de las urnas se escondieron en Francia antes de trasladarlas a Cataluña. Lo que significa que Francia no ha perdido su antigua vocación de base logística del mal.
Esperaba con interés el discurso del prófugo. Pero fue decepcionante. Sigue siendo un corresponsal de provincias. El Proceso es un mal sin grandeza, y es lo peor. Así que me levanté antes de que acabara y desfilé camino de la salida por un pasillo estrecho donde se agolpaban algunos monopatriotas. Aún resonaban las palabras del prófugo sobre la necesidad de que la inminente República contara con todos los catalanes, y la animalia, encorajinada detrás de los barrotes, empezó a llamarme fascista e hijo de puta. Les reconvine severamente con la mirada, como diciéndoles que la República también necesitaba sus traidores y que si habían oído a Puigdemont, bestiolas. Aún gritaron más, y lo más peligroso eran sus víricos capellans, que es como llaman en bello catalanesco a la babilla rociada.
A punto de cruzar el puente sobre el Têt vi en una esquina un grave despliegue de la Gendarmerie. Cuadrados, imponentes, bien pertrechados. Me desvié para saber de qué se trataba. Y en efecto: había motivo. Diez personas estaban haciendo ondear una bandera española. No me permitieron que me acercara a ellos y lo lamenté. Quería decirles que las palabras que se habían pronunciado en el escenario no humillaban a nadie. Que para humillar debe haber humillados. Y que ya nadie en España se siente humillado por el nacionalismo. Y que se largaran y no me jodieran la crónica.
hola hola... la viuda de carles pérez de las rozas... ¿el difunto era un periodista deportivo o ando confundido?...
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