El llamado exilio catalán nos
deja esta bonita y tierna imagen de los fugados con su abogado: una distendida comida con el pollo como protagonista. No nos extenderemos en la bondad
de ese alimento, ni tampoco en su maldad, que también la tiene, como advirtió
hace tiempo Evo Morales, y no señalaremos a nadie de la mesa, pero sí nos centraremos
un poco en las caras de felicidad que transmiten los comensales, lo que
evidencia que ese exilio, como era de esperar, no tiene nada de traumático y sí mucho de
chiripitifláutico.
Porque parafraseando a Carlos Semprún con París, bien podemos decir
que el exilio de Bruselas está resultando una fiesta. Políticos de todo pelaje
y leguleyos que van y vienen, entrevistas de Fuigdemont y sus secuaces en
diferentes medios y unas autoridades belgas que se ríen del gobierno de España
solicitando información sobre sus prisiones, cuando todo parece indicar que
las de Bélgica-donde desconocen la máxima de odia el delito y compadece al delincuente-son una porquería. Aunque
al paso que va el sainete, y si tenemos en cuenta el interés del gobierno por
no tener presos en las listas electorales del 21-D, no parece que los fugados vayan a pisar
una cárcel española, y si lo hacen será el tiempo justo hasta depositar una
fianza. Todo un pollo el del 155.
2 comentarios:
el diputado flamenco que alza la copa aún no sabe que la cena la pagará él... los ultras flamencos no saben con quienes se juegan los cuartos... el 7-D tendrán en la calle a unos cuantos psicópatas con lazos amarillos en la Grande Place... ¿no quedarán, cuando menos entre los valones, algunos buenos mozos que les reciban como merecen?
No creo, Tolerancio: España pinta tan poco que a nadie interesan sus problemas domésticos.
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