El recién liberado Otegui se ha
presentado en Londres con corbata, lo que sin duda constituye una demostración
de ese lavado de imagen, o tuneo, que el hombre se está dando a sí mismo, y con
alguna ayudita de los medios, en su afán por ser presidente de los vascos y vascas.
Si bien es cierto que la corbata estaba algo arrugada y era poco vistosa, no
dejada de causar sorpresa: justo ahora que nos habíamos acostumbrado al estilo
Alcampo del tío de la coleta, nos viene Arnaldo con una prenda elegante que por
lucirla te daban el paseo en aquel Madrid en el que Santiago Carrillo ejercía de Consejero de Orden
Público.
Porque la corbata de Otegui, tan
postiza como aquella peluca de Carrillo que fue símbolo de la Transición, tan
arrugada como las camisas de Iglesias que triunfan en la
Complutense, tiene también algo de metáfora, la de una España que se reinventa
a sí misma cada poco tiempo y que lo hace mandando a la Europa más desarrollada
lo mejor de cada casa. De aquella peluca a esta corbata mucho hemos transitado,
especialmente si se mira el tránsito desde una óptica marxista, de Groucho:
partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria. Aunque este diagnóstico puede estar viciado de optimismo, y el tránsito no haya
terminado.
3 comentarios:
creo que otegui no acaba de encontrarse cómodo con el atuendo... le tira la sisa y el hombre sufre lo suyo... creo que piensa, en qué lío me he metido, con lo chipén que voy yo con mi chandal de la selección vasca y mi capucha...
Solo falta que el nene de la Bescansa sea también postizo.
No sé si es postizo, Don Aitor, pero todo parece indicar, por confesión propia de la interesada, que el baby no fue concebido por el método tradicional.
Publicar un comentario