De la polisemia

Arranca la campaña y ya tenemos polémica más allá de los habituales caca, culo, pedo, pis de nuestras élites. Y ya es raro que sea un catalán, con esa gracia tan natural, el protagonista de la historia y el que sin proponérselo haya destapado la caja de los truenos. Porque para las gentes morigeradas ese cartel es racismo, va contra la convivencia y enfrenta a los paisanos del alcalde unos con otros. Se da por hecho que esa limpieza es sacar extranjeros, a ser posible rumanos, del municipio. A favor del alcalde cuenta que ya fue juzgado y absuelto por una cosa parecida tras una denuncia de las gentes de SOS Racismo, por lo que habrá que pensar que nadie con autoridad y competencia obligará a retirar ese cartel de las calles de Badalona. 

Y es que en su haber no sólo cuenta el precedente, que ya es argumento cuando uno se sienta en el banquillo, sino también la polisemia: limpiar puede ser adecentar y poner más papeleras en su ciudad, o arruinar, como aquel lapsus que tuvo Cospedal con el saqueo de Expaña, y dejar aquello hecho un solar. Reculen, pues, los amantes de la corrección política, que la sangre no llegará al río. En este país, que celebró por todo lo alto que fuesen moros los autores del 11-M, la última demostración de racismo y xenofobia fue cuando Rodríguez Zapatero, que tanto había trabajado el efecto llamada, ofreció capitalizar el paro para que un montón de extranjeros cogieran el primer avión rumbo a su casa con la condición de no volver en muchísimo tiempo. He ahí la superioridad moral de la izquierda. Y con limpieza.