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martes, 3 de diciembre de 2013

Fantasmas




No se habían separado de él desde las últimas semanas que había pasado en la prisión de Maze, hacía poco más de siete años. Acababan de comunicarle la fecha de su excarcelación, impresa en un folio dentro de un sobre sellado, que Fegan había abierto con la boca seca. Los políticos que estaban fuera habían negociado su libertad, junto con la de centenares de hombres y mujeres. Los tipos como él eran calificados de presos políticos. No asesinos o ladrones, extorsionadores o chantajistas. No les consideraban criminales, sino víctimas de las circunstancias. Al alzar la vista de la carta vio a los que lo seguían, observándolo.

Los fantasmas de Belfast, Stuart Neville: Ediciones Plata, 2010.

En esta novela, escrita sin concesiones y con pocos miramientos, Stuart Neville se adentra en el Ulster actual y, bajo el prisma de la venganza de un antiguo terrorista, plasma la fragilidad y la impostura de una paz largamente esperada y los fantasmas que tras ella se esconden. 

No es que no se pueda trazar un paralelismo entre el conflicto del Ulster y el mal llamado problema vasco, que no se puede ni tampoco de debe, entre otras razones porque en los seis condados se mataban dos bandos en, más o menos, igualdad de condiciones, pero sí que se puede esbozar una sonrisa de maldad ante ese párrafo de la novela de Neville: presos que redimen su condena mucho antes de lo previsto, políticos que negocian su libertad y la consideración de esos sujetos como  presos políticos, o al menos como presos que habían delinquido con una clara motivación política, y sobre todo una rotunda voluntad institucional de olvidar.

       Es el Ulster, evidentemente, aunque bien podría ser la España actual: a fin de cuentas, la célebre hoja de ruta no deja de ser una negociación política en toda regla y sólo por presos muy especiales, nada comunes, sale un ministro del Interior a revolcarse por ese barro que debía manchar, y así ha sido, las togas de jueces y fiscales. Con la primera gran suelta de presos se podía invocar el cumplimiento de la ley y las sentencias, y eso se ha hecho; con la segunda, y tal vez definitiva, ya nada se podrá invocar más allá de la oportunidad política, de la búsqueda de una paz extraña que para nada se compadece con la justicia ni con la derrota de una banda terrorista. Quizá entonces, como en la novela, aparezcan  los fantasmas en busca de alguna clase de reparación.


4 comentarios:

tolerancio dijo...


el parrafito es estremecedor... la comparación está para eso, para comparar cosas distintas, pues las idénticas no tiene caso, de ahí que el parrafito le hiela a uno la sangre...

creo que Gallardón y Fdez, el que se entrevistó con ZP durante el traspaso de poderes, y ambos a las órdenes de rajoy están encantados con semejante alud de lodo porque, además de continuar el pasteleo con eta/pnv, de ese modo se cargan de razones para aprobar la cadena perpetua revisable para algunos delitos, dejando al psoe sin margen para oponerse dada la alarma que se ha creado... es más, si uno de estos violetas famosos que han salido, volviera a las andadas creo que alguno se tomaría una copa y diría: victoria...

me pregunto... ¿qué harías tú, o sea yo, en un ataque preventivo de la urss?... y, yo no sé qué tipo de reparación buscaría, si es que buscara alguna, pero tanto como los asesinos, y aún más, me ofenden esos que repicaron las campanas en Legazpi para celebrar la suelta de no sé quién... a lo mejor, el párroco "campanero" debería rendir cuentas ante un supuesto de "reparación espontánea" por recochineo.

Reinhard dijo...

Habrá que estar atentos a los próximos movimientos: una entrega de unas cuantas escopetas, alguna declaración tímida de perdón o algo parecido por parte de la banda. Tras eso, romperán el dogma y dirán a sus presos que busque soluciones individuales: Vía Nanclares. Creo que en dos o tres años sale hasta el malvado Txapote. Aunque para esas fechas es probable que tengamos reelegido al mismo gomierdo.

Paz por presos: ¿ no dicen que estas historias acaban así?

Aitor Mento dijo...

Es lo que pasa, que hay mucho hijo de la gran ruta.

Reinhard dijo...

De esos, Don Aitor, los peores son aquellos que no quieren prevaricar.