El próximo 9 de junio sale a la venta En el Muro de Berlín, escrito por el amigo Sergio Campos Cacho, obra que narra el proceso de construcción del tristemente célebre Muro de una ciudad que, como reza el subtítulo, fue literalmente secuestrada, y también dividida. No se lo pierdan, valdrá la pena.
10 comentarios:
chincha, rabiña... mi ejemplar ya está en camino...
Yo lo tendré por el método tradicional: paseíto a la librería.
Les dejo la entrevista al autor en El Mundo de hoy:
HISTORIA
Los 140 muertos del Muro de Berlín: “Se llegaron a disparar 200 balas para matar a un tipo que estaba a 50 metros”
Hombres, mujeres e incluso niños perdieron la vida en la frontera berlinesa entre 1961 y 1989. Un ensayo presenta por primera vez en castellano quiénes fueron
PREMIUM
JOSE MARÍA ROBLES. @josmrobles
Madrid
Actualizado Martes, 8 junio 2021 – 22:51
Al cuarentón Ernst Mundt lo tirotearon cuando quiso atravesar corriendo la franja de la muerte entre el Berlín oriental y el occidental. Una bala le voló la cabeza y lo único que acabó llegando al otro lado fue su sombrero (4 de septiembre de 1962).
A la veinteañera Dorit Schmiel la alcanzaron en el estómago después de cortar y cruzar con un grupo de amigos la alambrada que separaba las dos Alemanias. Los guardias que la asesinaron fueron condecorados y uno de ellos, ascendido (19 de febrero de 1961).
A Holger H., un bebé de 15 meses con bronquitis, no le disparó nadie. Sus padres trataron de huir del sector comunista escondidos en unas cajas dentro un camión. Durante la revisión de papeles en el puesto de control, un trámite que se demoró más de lo habitual, la madre le tapó al pequeño la boca con la mano para que no llorase ni gritara. Murió asfixiado (22 de enero de 1973).
Un total de 140 personas perdieron la vida en el Muro de Berlín. Hombres, mujeres, niños. Obreros, soldados y políticos. Jóvenes pero también ancianos. Habiéndolo intentado en solitario o en compañía de otros. Con un plan concienzudamente trazado o a las bravas por culpa de un calentón…
La esquela, en consecuencia, es tan dispar como una baraja. Unos fallecieron a consecuencia del impacto de armas de fuego. Otros lo hicieron de puro cansancio al tratar de burlar la vigilancia a nado o tras precipitarse desde el cielo al recurrir a medios tan poco convencionales para la evasión como un globo aerostático. Y muchos simplemente se dejaron llevar por la desesperación vital.
Las biografías truncadas de Mundt, Schmiel, el bebé Holger o el adolescente Peter Fechter -agonizó una hora junto al hoy turístico Checkpoint Charlie e inspiró el popular himno Libre de Nino Bravo- sirven para ponerle cara a uno de los episodios históricos más traumáticos de la segunda parte del siglo XX. Ése que convirtió el corazón de la Europa en una aduana atroz y en un sumidero de gente insólito: hubo un momento en el que el hombre pudo pisar la Luna, pero no cruzar de Berlín-Este a Berlín-Oeste, como observó el periodista Arthur Koestler.
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“La Historia del Muro es aparentemente muy sencilla si se observa con el gran angular de la Historia: se construyó en una madrugada, estuvo más de 28 años en pie y cayó en apenas unas horas. Pero si enfocamos mejor, si nos acercamos con el objetivo de la vida cotidiana, veremos que la única manera honesta de contar qué fue el Muro de Berlín es hacerlo a través de sus víctimas mortales”, deja constancia Sergio Campos Cacho en su ensayo En el Muro de Berlín: la ciudad secuestrada (1961-1989).
El trabajo lo acaba de publicar la editorial Espasa a pocas semanas del 60º aniversario de la construcción de la linde de hormigón y acero, convertida con el paso del tiempo en símbolo global… y dolorosamente actual en nuestra era de migraciones masivas. Campos Cacho (Ágreda, Soria, 1976) hace el esfuerzo de ir más allá del ruido de cláxones y los ríos de cerveza con los que se saludó su caída para presentar por primera vez al lector en castellano todas y cada una de las tragedias humanas reconocidas oficialmente. Para ello, claro, hubo que esperar a la desaparición de la República Democrática Alemana (RDA) y de su brazo represor, el Ministerio para la Seguridad del Estado (la Stasi).
“Decidí escribir sobre los 140 porque no quería dejar ni uno solo fuera, ni siquiera los soldados que murieron defendiendo la frontera”, precisa el autor, que trabaja en Alemania desde hace 20 años y siempre ha vivido junto a la icónica Bernauer Strasse. Sus paseos por una de las calles que fue trasformada en paso fronterizo y sus propias visitas al Memorial del Muro le animaron a escribir el libro que ahora presenta. Aunque en puridad su interés viene de mucho antes de instalarse en la capital alemana.
“No recuerdo haber visto nada de la caída en la televisión, era muy joven entonces, pero sí que la revista Superpop regaló un trocito de Muro y quise tenerlo. En ese momento no disponía de las 225 pesetas que costaba y no me la pude comprar. Se me quedó esa espinita clavada”, admite por videollamada Campos Cacho, bibliotecario de profesión, articulista y colaborador de Arcadi Espada en su libro sobre los héroes de la embajada española en el Budapest nazi.
La investigación me ha reconciliado con la ciudad. He notado el heroísmo y la capacidad de aguante que demostraron los ciudadanos de Berlín”
Redactado sin florituras y acompañado por una exhaustiva documentación que incluye mapas, cronologías, imágenes e incluso correspondencia de la época, En el Muro de Berlín se divide en tres partes. La primera sitúa al lector en el marco histórico, social y político en el que se puso en pie la siniestra infraestructura. “Se levantó para impedir la fuga de los miles de alemanes que cruzaban a diario la frontera para abandonar un país que sólo les ofrecía la libertad de empobrecerse. Todo lo demás estaba prohibido: la propiedad privada, el tránsito, el pensamiento, las propias ideas”, escribe Campos Cacho.
La tercera parte se adentra en la investigación de algunos de los crímenes y en los juicios a sus responsables: los grentzers (soldados de la guardia fronteriza) y los vopos (agentes de la Policía Popular o Volkspolizei). “La gran mayoría fueron condenados a penas mínimas y no llegaron a pisar la prisión. ¿Pedir perdón? Hubo de todo. Alguno sí se mostró realmente arrepentido. Me impresionó mucho descubrir que en algunos casos se llegaron a disparar 200 balas para matar a un tipo que estaba a 50 metros”, añade el autor a Papel.
Coronas de flores en recuerdo de Ida Siekmann, la primera víctima moral del Muro tras caer desde la ventana de su casa en la Bernauer Strasse el 22 de agosto de 1961.
La segunda se ocupa específicamente de quienes fueron cazados como alimañas en la línea divisoria o se convirtieron en víctimas colaterales de ella. Llama la atención la diligencia burocrática de la Stasi para hacer desaparecer no ya el cadáver de quienes morían intentando atravesar el Muro, sino también el rastro de sus propias vidas: silenciaba y vigilaba a los familiares y amigos de las víctimas, manipulaba documentos para borrar sus identidades, se esforzaba por hacer inencontrable el lugar donde se depositaban o esparcían las cenizas tras la cremación del cuerpo…
¿Llega a afectar el recuento de tales horrores?
“Me ha pasado factura, pero a la inversa: me ha reconciliado con la ciudad, porque Berlín -Alemania en general- es muy complicada para un extranjero, aunque seas europeo y tengas una situación privilegiada”, admite Campos Cacho. “Cuando ves cómo afectan a la gente corriente las decisiones políticas que luego se convierten en históricas, notas el heroísmo y la capacidad de aguante que demostraron los ciudadanos de Berlín”.
¿Qué le ha resultado más difícil en una investigación como ésta?
Me hubiese gustado hacer más entrevistas, aunque como bibliotecario donde me encuentro más a gusto es consultando actas, rebuscando dosieres… La mayor dificultad fue el cierre de los centros de documentación por culpa de la pandemia. No obstante, he conseguido acceder a todos los libros y artículos que he necesitado.
¿Con qué intensidad diría que pervive en Alemania el trauma del Muro?
En la gente que lo vivió de primera mano algo así no desaparece jamás. Cuando los pastores de las tres parroquias evangélicas que hay cerca de mi casa decidieron preservar un fragmento para el Memorial, los vecinos se negaron alegando que ya habían visto bastante Muro. Otro párroco del hospital de San Lázaro dijo que había que derribarlo. Hay mucha gente que quiere olvidar.
¿Cómo cree que se recibiría en España a alguien que viniera de fuera a reconstruir la historias de las víctimas de ETA o de los cadáveres que permanecen en fosas de la Guerra Civil?
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No habría ningún problema. De hecho, el primero en investigar los crímenes de Paracuellos desde un punto de vista ajeno a los historiadores del franquismo fue Ian Gibson. Todo el mundo habló con él. Quizá el hecho de que fuera extranjero le abrió más puertas, porque había menos recelos por parte de los dos bandos.
En el Muro de Berlín también subraya el hecho de que los servicios secretos occidentales tuvieron conocimiento desde el primer momento de los planes del estado socialista: la conocida como Operación Muralla China, que empezó a concretarse el 13 de febrero de 1961. Campos Cacho no esconde tampoco que aspira a que su libro “ayude a disipar las brumas de la confusión, las mentiras, las ocultaciones y los espurios intentos de santificar una ideología criminal”.
“Al hablar del comunismo en España no se sabe muy bien de qué se habla. En las páginas finales del libro subrayo que el ministro Alberto Garzón se fotografió en casa haciendo una paella con una sudadera de la RDA cuando era diputado y coordinador general de IU. Estaba haciendo apología de una dictadura, y lo pudo hacer sin que se abriese ningún debate”, denuncia. “En España hay hoy un Gobierno donde los comunistas no han hecho ningún tipo de expresión política de condena. En el Parlamento se repite continuamente la necesidad de renegar del franquismo y de oponerse al fascismo, pero no al comunismo”.
Medios de comunicación: mamporreros y mecenas
Campos Cacho también analiza en En el Muro de Berlín: la ciudad secuestrada la implicación de los medios de comunicación en la intrahistoria del Muro. Por un lado, pone de manifiesto la saña que mostraron los propagandistas de la RDA al escribir sobre las personas que murieron intentando cruzarlo, a quienes acusaban poco menos de buscarse su merecido.
“Hubo uno que se hacía llamar Dr. K -seudónimo de Günter Kertzscher- y tenía un programa de televisión”, comenta el autor. “Los artículos que escribió este hombre sobre un chaval que se ahogó en el río en las semanas posteriores a la construcción del Muro son repugnantes”.
En el otro lado, sorprende ver cómo empresas editoras de periódicos y productoras de televisión como el diario Bild y Springer Verlag se convirtieron en mecenas económicos de los constructores de túneles para tener la primicia en caso de que la fuga tuviera éxito. “Hacer un túnel era, primero, peligrosísimo. Segundo, requería una infraestructura muy potente y eso había que pagarlo. No me parece mal que quisieran la exclusiva a cambio del dinero, no soy capaz de juzgarlo. Ayudaron a que mucha gente escapara”, matiza.
FIN
En 2009, cuando esta bitácora arrancaba, el autor ya escribió una entrada sobre una de esas víctimas.
Ernst Mundt.
Muy interesante Reinhard. Se agradece el esfuerzo del resumen.
hola hola... don reinhard, resumen excelente... ¡¡¡pero sepa usted que me he comprado el libro y ahora ya no sé si leerlo!!!... pues ha desgranado extensamente el contenido a través de la entrevista al autor... es broma, al contrario, estoy deseando hincarle el diente (pues ya obra en mi poder la edición impresa) y seguro que me encanta. la edición va a tener una estupenda acogida, estoy seguro... enhorabuena a don sergio campos...
También lo tengo ya en mi poder: pinta sensacional. Lenguaje claro y contundente para definir a los comunistas.
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