Coincidiendo con el final del
año, el Gobierno ha decidido practicar una retirada lo más ordenada y
silenciosa posible del frente catalán, siendo la miserable cena de Nochebuena
servida a los agentes desplegados en Barcelona el presagio de una hazaña que no
por esperada es menos ridícula. El 155 que nunca se quiso aplicar dice adiós de
la mano de esos policías, una suerte de soldados lanzados a una batalla sin épica, mientras en el otro frente, el judicial, se va cocinando la manera más edulcorada posible para ir dando suelta a los pocos rebeldes que quedan presos o huidos, sin
descartar, por imposible que parezca, la investidura telemática del paseante de
Bruselas, que hasta Forcadell puede repetir como presidenta de un nuevo parlamento cuyo bautismo debería
ser apadrinado por el juez Llarena. Tocan retirada, pero como la ofensiva nunca
fue muy grande todo queda, más o menos, tal que estaba: quizá de eso se
trataba.
viernes, 29 de diciembre de 2017
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