Sin ironía

El líder norcoreano, Kim Jong-un, ha decidido prohibir el sarcasmo y la ironía-debía de ser de lo poco que le faltaba por vetar-para referirse a su persona y al régimen que él encarna, si es que hubiere diferencia entre ambas cosas. La cuestión es complicada y genera dudas casi irresolubles: ¿ha de ser esa ironía escrita u oral? ¿qué ocurre con la risa o el llanto? Recordemos que cuando muere un líder norcoreano, o incluso cuando padece un cólico nefrítico, la gente llora desconsoladamente, lo que podría ser interpretado como una muestra encubierta de felicidad, y por lo tanto un sarcasmo. ¿Y el silencio? Otro culpable, sin duda. ¿Qué es una crítica al régimen? Puede ser afirmar que el último misil nuclear que se ha probado es lo nunca visto ni explotado, cuando en realidad ha sido un petardo fallero. O que un habitante de una remota aldea afirme, mientras practica el canibalismo con la abuela fallecida, que son los mejores callos nunca deglutidos. Sobra decir que en caso de duda siempre impera el principio de que todo es irónico, sarcástico, por lo que el emisor queda ya sentenciado sin apelación posible.

Suerte tenemos de que por estos pagos la ironía sigue gozando de buena salud, y ello a pesar de la corrección política que pasito a pasito todo lo va prohibiendo, con un Código Penal cada vez más gordo. De hecho, es el propio régimen el que fomenta la ironía más fina: España va bien, vamos por el buen camino, las reformas emprendidas van dando sus frutos, seguimos creando empleo, lo de Soria fue un concurso limpio…habrá elecciones el día de Navidad. Bueno, esto último parece ser cierto. Lo único.