Hay algo de justicia
poética, y ecológica, en la muerte de Muriel Casals: ese progresismo
necio que todo lo invade, y del que la finada formaba parte, ha
decidido, antes de tener la potestad para fusilar a los
automovilistas, que los ciclistas han de ser los amos de las calles
de las grandes ciudades. Se va Casals sin ver la soñada
independencia a la que consagró su vida, y se va atropellada por un
ciclista urbano que, hechas las primeras pesquisas policiales, parece completamente inocente, y mucho más allá de la presunción legal. Así que, como dicen los americanos, no hay
caso, lo que priva a Casals de la condición de mártir por Cataluña
que han tenido otros próceres de la patria catalana.
Hace unos años, además
de tildar de maltratadores a los padres que reclamaban bilingüismo
en las escuelas para sus hijos, reivindicaba como legítima una
cierta violencia para lograr sus objetivos y tumbar así el orden
existente. Ironías del destino: tras no respetar un semáforo en rojo, deja la señora este mundo cruel de
forma violenta a manos de uno de los arietes, los simpáticos
ciclistas, de un nuevo orden establecido, el del crecimiento
sostenible, eufemismo tras el que se oculta el subdesarrollo
insoportable. Todo un proceso que no tiene pinta de descarrilar.
3 comentarios:
No sé ni quién es.
***
Muy bueno:
'un nuevo orden establecido, el del crecimiento sostenible, eufemismo tras el que se oculta el subdesarrollo insoportable.
La que fuera presidenta de Òmnium-Momium-Cultural. Una de las patas de banco fundamentales de este delirio.
tiene toda una tarea por delante... inmersionar a los angelitos de nube en nube...
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