De todas las lecturas posibles que ofrecen las elecciones andaluzas la más clara es la desintegración del partido de Rosa Díez, Díaz según Rajoy, quien con su indolencia habitual lo mismo cambia el nombre a un miembro de la oposición que nombra a un candidato como Moreno Bonilla, ilustre zurupeto de la casta política, remedo de un señorito andaluz que se resiste a desaparecer. UPyD, metáfora de un país que no tiene solución, se va diluyendo como un azucarillo y viviendo de las rentas cada vez más exiguas de ser un partido con buena prensa y bastantes votos en Madrid, que ya es gracioso que habiendo nacido como respuesta al nacionalismo vasco triunfe sólo en la capital de España.
Por lo demás, queda claro que en Andalucía la vida sigue igual: mandan los de siempre, que ya se acercan a los cuarenta años de gloria sin nadie que moleste, y opositan con fracaso los habituales, si bien esta vez Arenas se libra de perder unas elecciones gracias al dedo de Mariano y a la videncia de Arriola. Pisarán moqueta Ciudadanos y Podemos, quebraderos de cabeza para todos aquellos que alertan de los peligros de una atomización de la escena política a nivel nacional, como si un gobierno con mayoría absoluta fuese garantía de algo que vaya más allá de una subida de impuestos y del reforzamiento de una socialdemocracia al uso. Poco novedad. Como en Andalucía, más o menos.
1 comentario:
UPyD se formó básicamente con los emigrados tras perder el II Congreso de Ciudadanos encabezados por el ínclito Robles. Algunos, a la vista de la Srta. aguantaron una semana y otros empiezan a desertar ahora. Nihil novum sub sole. Cuando el barco zozobra las ratas huyen.
Con mayoría absoluta o sin ella los gobernantes para lo único que se pondrán siempre de acuerdo es para subir los impuestos hasta donde sea necesario con tal de mantener sus prebendas y las de sus adláteres. La ventaja de la absoluta es que sólo hay que mantener a una "familia". Con un parlamento/gobierno atomizado habrá que mantenerlos a todos.
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