Por Tolerancio
El primer capítulo
de las memorias de Kim il Sung, todo un best
seller en las librerías norcoreanas, de hecho es el único libro disponible
en las estanterías, se titula Mi familia.
Ese capítulo fundamenta las querencias dinásticas del régimen. Es sabido que la
familia tradicional no es una institución del agrado de los capitostes
socialistas de todo tiempo y lugar, salvo si se trata de las suyas.
Nuestro Gran
Timonel, nuestro Querido Líder, y padre espiritual de la renacida patria
catalana, Jordi Pujol i Soley, también ha instaurado el culto a la familia, la
suya, claro, que es la porción de la patria que tiene más a mano. Cierto que Jordi
Pujol ha entendido el culto a la familia en un sentido prospectivo más que
genealógico, procurando un futuro holgado y confortable a sus descendientes,
que han replicado con sorprendente mimetismo la singular pericia de su progenitor
para triunfar en la política y en el enrevesado mundo de los negocios.
La diferencia
entre Kim il Sung y Jordi Pujol
es que el primero rinde en su testamento político un afectuoso recuerdo a sus
antepasados, a sus abuelos Kim Po Hyon (que, fonéticamente, dicho del tirón por
un catalanohablante puede dar lugar a equívocas interpretaciones) y Kan Ton Uk,
y a su padre Kim Hyong Jik, nacido bajo la dinastía feudal de los Ri, en
tiempos del emperador Kojong (que, a oídos de ese mismo catalanohablante, forma una dupla
sensacional, simbiótica, con el abuelo paterno del interfecto) y al que nos
presenta en su ditirámbica autobiografía como un héroe nacional coreano en la
sostenida lucha de liberación de ese pueblo indómito contra la ocupación
japonesa. En tanto que Jordi
Pujol nunca ha dicho gran cosa de su padre, cuando la
trayectoria de éste, desvelada recientemente en un suplemento dominical de El Mundo, demuestra eso que tantas veces
se ha dicho, que de casta le viene al
galgo… pues, no en vano, el abuelo Pujol abrió la senda familiar rumbo a
Suiza, figurando por méritos propios en el top
ten de los evasores de divisas a finales de los años 50, claro que con el
patriótico y loabilísimo afán de sustraer sus caudales a la rapiña
confiscatoria de las autoridades españolas.
Otras son las
similitudes que un observador imparcial advertirá entre ambos espíritus
emprendedores. Así como Kim il Sung, cual un asceta entregado a sesudas
cavilaciones, recorrió el camino de Mil Ris hasta dar con el busilis
doctrinario, el iminwichon, que
redimiría a su pueblo amado del calamitoso estado de postración en que se
hallaba a fuerza de tiranías e invasiones extranjeras, Jordi Pujol a bordo de
su SEAT 600 recorrió en la década de los 60 toda Cataluña, pueblo a pueblo,
para captar el pálpito de sus gentes y difundir con discreción las infinitas
bondades del catalanismo, pensando en un futuro promisorio que se haría
realidad en cuanto se apagara la lucecita de El Pardo.
Los hitos del
itinerario, Walthanri, Hwaphyong o Huksu, en un caso, o Capolat, Palausator u
Hostalets de Pierola en otro, conforman las etapas de ese común viaje
iniciático. Kim, metido a santón, a profeta libertador de su pueblo, redactó su
mesiánico ideario en las estribaciones del sagrado monte de Myohyang, nos dice
su exegeta, paisano nuestro, Alejandro Cao de Benós de Les y Pérez, ahí es
nada, parecidamente a las enjundiosas meditaciones de nuestro héroe aborigen en
las adustas celdas de la benedictina abadía de Montserrat. Algo tienen los
montes más emblemáticos que de sus cimas descienden, tras su retiro espiritual,
los grandes hombres con las tablas de la ley en las alforjas o con el magín
repleto de ideas estupendas.
Podrán ser muchas
las diferencias doctrinales entre uno y otro, pero en un punto coinciden ambos:
en el ya aludido iminwichon, que en
catalán daría iminbuitxó, nudo
gordiano de sus credos respectivos. La teoría del iminwichon se resume en un solo punto: El pueblo es el cielo, no en un sentido atmosférico o geográfico,
sino lírico, metafórico. Ese cielo incontaminado, es un decir, surcado por aves
de elegante vuelo, y cutinosas nubes de blanda consistencia, hacia el que
alzamos nuestra temerosa mirada, es la imagen más perfecta y atinada de los
pueblos norcoreano y catalán, que conservan su angélica inocencia en medio de
la tornadiza suerte que les ha deparado el devenir, rodeados ambos de enemigos,
de lobos hambrientos, de hienas, de voraces alimañas prontas a hincar sus
colmillos en sus carnes derrengadas y sorber su sangre con babeante y
expoliadora excitación.
Hay más
similitudes, pero por no fatigar a los condenados de esta legión clandestina,
ni agotar la paciencia de nuestro gentil anfitrión, resaltaré sólo una: la
numerológica. En efecto, los regímenes norcoreano y catalán se hermanan en su
común devoción por el simbolismo numérico. Los descendientes de Kim il Sung
rinden pleitesía al número 9, pues un nueve de septiembre se proclamó la República Popular
de Corea del Norte y se especuló mucho con que Kim Jong Un lanzara sus misiles Musudan contra posiciones enemigas los
pasados 14 o 23 de abril, por sumar sus cifras 9, 1+4+4 y 2+3+4, mientras que a
los herederos de Pujol se les hace la churra agua con el nuevo número PI, que
no es 3’14, el cociente entre la circunferencia y su diámetro, sino el número Por la Independencia ,
PI, cuyo valor es 17’14. Así es, la bandera del futuro museo del Borne,
consagrado a la causa del soberanismo, ondeará en un mástil con una longitud de
17’14 metros al tiempo que dicha bandera tendrá una superficie de 17’14 metros
cuadrados. Lamentablemente tan fastuoso estandarte no costará a las arcas
públicas 17’14 €. Los espectadores más vocingleros del Camp Nou profieren el
grito escalado de in, inde, independencia,
en el minuto 17 y 14 segundos de cada partido. Y ya se dice en los mentideros
nativos que los buenos catalanes deberíamos cepillarnos los dientes 17’14 veces
al día y engendrar en nuestra vida fértil 17’14 hijos, aunque en ambos casos se
pierda un poco el sentido de los decimales.
He sobrepasado el
límite asignado de 17’14 líneas para poner de manifiesto los paralelismos
existentes entre Kim il Sung y Jordi Pujol y por ello les pido disculpas 17’14
veces.
5 comentarios:
Grande esta entrada entre parecidos líderes, entre almas gemelas separadas en distancia por los malvados españolistas.
En realidad, en la famosa carrera de sacas hacia Suiza, el destino inicial era Corea del Norte. Pero al llegar a Suiza, el seny hizo su aparición, dejando en los labios de Oriol esa expresión de "iré, pero hoy no, mañaaaana!".
Gracias una vez más, amigo Tolerancio, por su incomparable colaboración.
Es innegable el paralelismo entre ambas familias y regímenes: fijo que cuando el gran Pujol palme habrá grandes competiciones por ver quién llora más.
Particularmente logrado el hallazgo fonético: quin pollón y cojón.
a veces uno encuentra similitudes donde no las espera. así es la vida. parece una guasa pero los nombres son reales, el del emperador y el otro,de verdad de la buena... no es trola...
Chapeau Tolerancio.
Ya tengo el de Xavi Horcajo La Pasta nostra.
Ya os contaré.
Cuente, Fuga, y si es posible mande reseña.
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