Clases de liderazgo

No escribiré una necrológica sobre Thatcher, pues mi interés por el personaje es relativo y ya tienen ustedes cientos de ellas, muchas auténticas hagiografías, manufacturadas por los plumillas profesionales a los que en esta ocasión se han añadido un montón de políticos, retirados y en activo, del Partido Popular, aficionados al género estos últimos que echan de menos no sabemos qué, demostrando que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Tan sólo mencionaré un par de detalles que demuestran la integridad y valentía de algunos gobernantes y la cobardía y la inanidad de otros.

La fotografía muestra a un serio Felipe González despedirse de sus subordinados Barrionuevo y Vera-ojo la pose torera de éste-cuando éstos se disponían a entrar en prisión para cumplir una pena, la del secuestro de Segundo Marey y el nacimiento del GAL, que gracias a la generosidad del gobierno del PP fueron poco más que cuatro días en una cómoda suite. Ahí estaba el Señor X-no hay pruebas ni las habrá-agradeciendo los servicios prestados y marchando a su casa para gozar de los privilegios que otorga el retiro de aquéllos que han sido presidentes de gobierno.

A Thatcher se atribuye la frase yo disparé cuando tuvo que dar explicaciones sobre la muerte de tres terroristas del IRA en Gribaltar a manos del SAS británico. Afirman algunos, y posiblemente así sea, que frase tan exuberante y redonda es apócrifa, que nunca salió de los labios de la Dama y que forma parte de la leyenda que siempre acompaña a las egregias figuras. En cualquier caso, dio la cara por los agentes que mandaron al otro barrio a unos fulanos que no hacían precisamente turismo en la colonia, máxime teniendo en cuenta que la acción nunca estuvo exenta de polémica por lo que pudo tener de extralimitación en el uso de la fuerza. Lo mismo se puede decir de su firmeza a la hora de hacer frente a una huelga de hambre de terroristas de la misma banda: su no cesión frente al chantaje creó algunos mártires más en el Ulster.

Como se puede apreciar, nada que ver con González, un gobernante con el que coincidió al más alto nivel europeo durante unos cuantos años y que siempre afirmó no saber nada del terrorismo de Estado, dejando que fuesen otros los que cargasen con el muerto que él mismo había fabricado . Aunque, en puridad, no sólo el sevillano sale mal parado en la comparación con Thatcher en cuestiones tan sensibles como las citadas: recuérdese a Zapatero con el famélico De Juana y a Fernández Díaz, el que no quería prevaricar, con la suelta de Bolinaga. Una vez más, Europa, aunque sea la de los escépticos británicos, queda demasiado lejos.