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lunes, 30 de enero de 2023

Lobos solitarios

 


Un lobo solitario-concepto en íntima relación con el de hecho aislado-ha vuelto a actuar y deja como balance un sacristán muerto y un cura y varios feligreses gravemente heridos. En verdad, el sacristán fue asesinado a machetazos pero casi todos los medios de comunicación y políticos de todas las ideologías hablaban de un fallecido, así, tal cual, como si el hombre hubiese muerto en la iglesia porque una viga cayó sobre su cabeza. Y eso que el asesino invocaba a Alá mientras perpetraba el crimen. Pero nada: aunque la Audiencia Nacional haya asumido el caso no parece que esto sea terrorismo yihadista. La propia conferencia episcopal, por boca de su secretario, nos dice que no caigamos en la demagogia de identificar terrorismo con religión. Hombre, ese razonamiento valdrá para la religión católica, pero no para otras.

Los medios, por su parte, echan el resto buscando extravagantes justificaciones más propias del abogado defensor del criminal: que si consumía drogas, que si le habían lavado el cerebro, que si el sacristán fallecido lo había expulsado de la iglesia unos días antes…Algo habría hecho el muerto, podemos concluir. Ése era un latiguillo que se usaba mucho en los años de plomo de la ETA para justificar lo injustificable. Luego, se nos decía que aquellos terroristas no eran vascos, era simples asesinos. Pues no: eran vascos de pura cepa y por eso mataban a los que no lo eran, o no lo eran lo suficiente. Como este lobo solitario: un musulmán con todas las de la ley coránica. Pero sigamos siendo prudentes, que de algo hay que morir. Y ya muertos, la vida eterna.


jueves, 26 de enero de 2023

El derecho a guardar silencio

 


Un conocido futbolista ha dado con sus huesos en prisión acusado de una agresión sexual presuntamente cometida en una discoteca de Barcelona. La investigación policial ya reunía los suficientes indicios-racionales de criminalidad, dice el legislador-contra el jugador, tantos que la más elemental prudencia aconsejaba guardar silencio en la declaración judicial que el futbolista debía prestar, o en todo caso sólo responder a las preguntas de su letrada. Pero todo indica que la que debe ser su mejor consejera indicó al futbolista que respondiese a todas las preguntas que se le formulasen, y ésa fue su perdición, al menos de momento: numerosas contradicciones que siempre se resuelven contra el reo.

Uno entiende que cualquier persona en un trance similar, y máxime cuando acude voluntariamente a declarar ante la policía, debe de sentirse, salvando las distancias, como Josef K. frente su proceso, de ahí que se ponga en manos de su abogado para que todo quede en un mal sueño. El problema es cuando ese abogado desconoce la máxima del foro recogida en la ley: derecho a guardar silencio y no declarar contra sí  mismo y no confesarse culpable. Ya habrá tiempo de declarar cada vez que se quiera con una buena preparación, que las prisas siempre son malas consejeras.

Es algo parecido al derecho a la última palabra que tiene cualquier acusado al final de un juicio. Cuántas buenas defensas se han ido al traste porque un reo lenguaraz ha hecho uso de ese derecho.  Recuerdo un caso que me tocó hace muchos años y que es difícil de olvidar. Dos tipos eran acusados de haber llamado a un repartidor de pizzas para robarle la recaudación que llevase consigo. No sólo eso, sino que además se apropiaron de la pizza que habían pedido. Pese a que ambos negaron los todos los hechos durante el juicio, incluso que hubiesen pedido la pizza, la cosa pintaba mal, pues habían sido reconocidos en rueda por  la víctima. Uno de ellos, y no era mi cliente, quiso hacer uso del derecho a la última palabra para manifestar algo que le resultaría gracioso, como si aquello fuese una comedia: que la pizza que les fue entregada no tenía pepperoni, pese a que así lo habían exigido al hacer el pedido. Lógicamente, fueron condenados, si bien ellos no se jugaban más de diez años de prisión. El silencio, ese privilegio.


lunes, 23 de enero de 2023

Por la Constitución

 


Gran manifestación sabatina en Madrid-con una pequeña secuela dominical en Barcelona-con pomposas apelaciones a la Constitución del 78 para pedir la dimisión del gobierno. Átenme esa mosca por el rabo: la norma máxima que hasta aquí nos ha traído invocada como pócima mágica para echar al camarada Sánchez. Ahí estaba VOX, el comodín de la ultraderecha para los medios progresistas, que son casi todos, subido al mismo carro que PP y Ciudadanos, demostrando que, más allá de poner en dedo en llaga de vez en cuando, de outsider tiene poco.

Mucho ruido y pocas nueces: y así, el camarada Sánchez dice que esa manifestación defienden una España uniforme y excluyente, diagnóstico ramplón, pues más o menos lo mismo pueden decir los manifestantes sobre él y sus políticas, y que, como Azaña en aquella república extravagante, sólo gobierna para los suyos. Mas no llegará la sangre al río, pues unos y otros están encantados con la Constitución. La única diferencia es que Sánchez la retuerce sin miramientos, pero sin llegar a romperla. Y si no, para eso tiene a los máximos exégetas de la norma a su servicio, para decir que no se rompe. Pero así es el Régimen, ése que tanto reivindican los manifestantes- confundiendo democracia y Constitución-y el camarada Sánchez a su manera, y que con tanto esfuerzo y sacrificio se dieron los españoles. Toda una fiesta.