Si antes lo decimos...Un niño de trece años mata a un profesor y deja heridas a cuatro personas más y, para sorpresa de propios y extraños, es reducido, sin que pueda llegar a consumar la única salida honrosa que le quedaba, que era el suicidio. Porque en este caso, y dado que no cabe la intervención de la justicia penal por ser menor de catorce años, no es posible su redención pasando unos años, pocos, entre rejas. Y no sería una pena de prisión, sino una medida, que la estupidez y blandenguería de la propia ley del menor principia por su lenguaje.
Cualquiera que se dé una vuelta por los juzgados de menores de este país comprenderá rápidamente, basta una mañana, que esa justicia juvenil no es justicia: su nula contundencia no infunde el más mínimo respeto a unos menores que acuden a esa liturgia en plan festivo, sabedores de que la respuesta judicial rara vez conllevará su privación absoluta de libertad. Una legión de educadores, pedagogos y otras especialidades del tipo cumbayá forman eso que se llama equipo técnico y que asesora a jueces y fiscales-toda una terna del gasto público-sobre el tierno infante, sus circunstancias vitales y la conveniencia o no de meterlo en cintura, lo que rara vez sucede, al menos de forma efectiva y dura.
Dice el gobierno que no está sobre la mesa rebajar la edad penal. Pocas cosas tiene este gobierno sobre la mesa que vayan más allá de parar un poco su propia descomposición, de ahí que algunos se conformen con que se modifique la ley para que la hostia de un padre a un hijo que se le pitorrea una y otra vez quede fuera del ámbito penal. A fin de cuentas, la socialdemocracia imperante nos lleva a que penalmente se intervenga lo menos posible. Como en la justicia juvenil.
3 comentarios:
siempre se dirá sobre este caso y cualquier otro... "no hay que legislar en caliente"... da igual de qué se trate...
Quizá en este caso no sea tanto problema de responsabilidad del niño sino de la de sus padres, que se está obviando en todo momento, cargando todas las tintas sobre el ahora indefenso en exclusiva. Igual que se cargaron en el accidente aéreo de los Alpes Franceses sobre el ocpiloto del avión, obviando la responsabilidad de Lufthansa por tener un tipo así a los mandos de un aparato de transporte aéreo de pasajeros. Y sobre el maquinista en el caso del tren Alvia de Santiago, obviando la de una Adif que no había hecho las inversiones debidas en seguridad en la vía, por recortes o vaya usted a saber.
El asunto tiene toda la pinta de que los padres pasaban con el chico bastante menos tiempo que el necesario. Tener hijos y hacerse el debido cargo de ellos, es una responsabilidad de la que deberían de dar cuenta.
Otro tópico en estos casos: la sociedad es culpable.
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