La noche del pasado jueves asistí a una cena tertulia con Ramón de España, autor de El manicomio catalán, una obra que describe perfectamente la locura que se ha instalado en Catatònia y que, mérito en tiempos de crisis, se está vendiendo maravillosamente bien. Convocaba el acto la asociación Impulso Ciudadano, uno de esos grupos transversales que tanto abundan por estos pagos y que reúne a gentes tan variopintas en su ideología como bienintencionadas en su principal objetivo, la oposición al nacionalismo catalán. Era lógico que la tertulia discurriese por los cauces de ese gran suflé que es el derecho a decidir, cuestión a la que Ramón de España, un tipo afable y divertido, puso el toque irónico que de él se esperaba, aunque sin obviar en ningún momento la seriedad que exige el momento actual, pues queda claro que no estamos ante una broma de mal gusto de cuatro descerebrados sino frente a un órdago que dista mucho de ser un farol.
Avanzada la noche, era inevitable que hiciese acto de presencia la necesidad de firmar, ¡otra vez!, alguna clase de manifiesto que demuestre a los secesionistas que Teruel también existe, y que hay miles de voces dispuestas a defender lo obvio, la catalanidad española y la españolidad catalana. Dramática realidad esa que impulsa a la firma de manifiestos, especie de terapia de grupo que busca el calor humano ante la ausencia del amparo legal y que en este Matrix del calçot es ya todo un clásico. Dada mi natural aversión a las firmas colectivas, no pude resistir la tentación de dar mi opinión al respecto: que el único manifiesto válido es exigir al gobierno el cumplimiento de la legalidad y que, en cualquier caso, cuantas menos firmas en un proclama de esta naturaleza, mejor. A fin de cuentas, el manifiesto que ha tenido mayor trascendencia en la historia de la humanidad sólo fue firmado por dos personas.
9 comentarios:
totalmente de acuerdo... ya está bien de manifiestos y firmitas, no sé cuántos he firmado en los últimos años... adhesiones por aquí, firmas por allá... la existencia de sentimientos encontrados en cuanto a lo identitario en una sociedad se ha de evidenciar de otra manera, además, como bien dice usted, de exigir el cumplimiento de la ley sobre todo a aquellos que tienen mando en plaza y se ganaron la plaza, precisamente, prometiendo que lo harían.
Pidiéndoselo a los que pueden hacerlo, don Tolerancio. C's o la marca esa Movimiento Ciudadano que se han sacado de la manga para vaya usted a saber qué, aunque es imaginable.
Son ya muchos los manifiestos lanzados en ese sentido y da la impresión de que no son más que una terapia de grupo para vencer alguna clase de adicción. Lo mejor de la cena, el cachondo de Ramón y sus cotilleos sobre la gente del derecho a decidir.
España entera es un manicomio. Y Cataluña es el pabellón de los incurables -Pla dixit-
...pero el resto ya está tan corrompido como Cataluña una hora antes. Diferencia horaria meridiano de Greenwich mediante. Lo que allí apesta hoy, mañana aquí.
después de leer su manicomio catalán puedo imaginarme un buen rato escuchando cotilleos sobre los patriotas del imperio del sol naciente.
¿tiene la gracia que trasmitía en su libro?
¿algún chascarrillo del amigo Sostres, enculamiento aparte?
Jajaja, Fuga, has dado en el clavo: de Sostres salieron varias cosillas, y por supuesto el enculamiento.
El autor tiene esa gracia de los que ya están de vuelta de todos, aunque creo que el éxito del libro, cuatro ediciones, le ha cogido de sorpresa.
¿cuatro ediciones?
eso significa que en el frenopático hay bastantes que se mimetizan con los chalados pero como Winston Smith, en su fuero interno, todavía hay alguna luz.
De lo de Sostres no me extraño porque según me cuentan amigos comunes lo cuenta a gritos con toda la mala baba en cualquier restaurante que tenga la suerte de tenerlo de cliente.
lo que dicen de Sostres... ¿hay que entenderlo literalmente?
Sí, aunque él es el sujeto activo de ese acto.
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