No soy cinéfilo, suelo invertir el tiempo libre sumergido en la literatura, pero guardo grato recuerdo de ciertas películas que, ya sea por algunas escenas o por la magistral interpretación de sus personajes, me han impactado especialmente, hasta el punto de verlas de nuevo sin que por ello mengüe el interés.
Que la guerra, independientemente de su justicia o injusticia, es una mierda no apta para estómagos delicados lo sabe el más cándido de los niños y el más necio de los pacifistas, de ahí que cualquier masacre en la que perezcan civiles ajenos-en teoría-al conflicto forma parte de un macabro ritual que no cesará hasta que la paz, si es posible en algunos escenarios, devuelva las cosas a su idílico estado natural.
Que un sargento estadounidense vaya a ser juzgado por la muerte de varios civiles en el culo del mundo, con la posibilidad de una petición de pena de muerte, me ha traído a la memoria la inolvidable interpretación de Jack Nicholson en Algunos hombres buenos y el demoledor alegato que realiza para defender una actuación que muchos calificarían de delictiva pero en la que subyacen varias cuestiones relacionadas con la guerra y sus límites.
Hace muchos años, cuando España se disponía a mandar el primer contingente en misión de paz a la antigua Yugoslavia, un legionario decía ante las cámaras de televisión que él no se había alistado en el Tercio para repartir bollería. A la espera de su juicio, el sargento Bales lamentará no haberse quedado en su pueblo repartiendo bollos y leche en cualquiera de esas casas de beneficencia tan típicamente americanas, imbuido de espíritu solidario y ajeno por completo a la guerra, ese infierno que organizan los políticos y del que rara vez deben responder.
Hace muchos años, cuando España se disponía a mandar el primer contingente en misión de paz a la antigua Yugoslavia, un legionario decía ante las cámaras de televisión que él no se había alistado en el Tercio para repartir bollería. A la espera de su juicio, el sargento Bales lamentará no haberse quedado en su pueblo repartiendo bollos y leche en cualquiera de esas casas de beneficencia tan típicamente americanas, imbuido de espíritu solidario y ajeno por completo a la guerra, ese infierno que organizan los políticos y del que rara vez deben responder.
4 comentarios:
el tal Bales es un grandisimo hijo de perra Reinhard. La causa por la que han ido a Afgt es buena, pero no su personal despliegue de sadismo.
No sé si la cusa es buena, pero el diseño de toda la operación es un desastre. Mucho cuidado con la cuestión de los civiles en Afganistán: no todos lo son.
El tal Bales será juzgado por un tribunal militar: ¿sería condenado si lo juzgase un jurado de civiles?
Los políticos nos venden guerras "limpias" y esto es una mentira absurda que la sociedad prefiere tragarse.
La guerra es sucia, y en una guerra como la de afganistan, que a un soldado se le vaya la pinza en un momento dado, es absolutamente normal, esperable y estadísticamente creible.
Esto no quiere decir que sea deseable, ni que esté bien.. nunca está bien apiolar civiles; pero estoy con Reinhard en esto que ha dicho: "..ese infierno que organizan los políticos y del que rara vez deben responder."
Ese sargento deberá responder de sus actos, pero habrá que saber separar, espero, el impulso criminal, de lo que yo entiendo o creo ha sido un brote psicótico producido por la tensión de la guerra. Esto no quita que si se dictamina que fue un asesinato a sangre fria, lo crujan de cabeza a pies.
De la película citada, nunca se me olvidará el mítico "protesto!", de la bisoña abogada, y que luego convirtiría ante la denegación del juez en un "protesto enérgicamente".
La defensa de este soldado será interesante; y si bien será juzgado por un tribunal militar, puede haber en su conducta más de un atenuante, incluso eximente. Un jurado popular lo absolvería de calle.
Publicar un comentario