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domingo, 31 de enero de 2016

Otra gracieta



Decíamos ayer que en el Ostfront la realidad siempre supera a la ficción, siendo así que el surrealismo forma parte del paisaje con una naturalidad espantosa. Tiempo atrás causó estupor que la alcaldesa Colau-la misma de Galerías Colau en el metro de Barcelona-contemplase la posibilidad de reconocer a los manteros y su atípica actividad, que estos mercaderes se asociasen en una especie de sindicato que sería reconocido por el consistorio y, ya puestos, negociar con ellos las condiciones de su negocio. Era todo un chiste que demostraba que el humor catalán tiene merecida fama y que poco a poco se va adaptando a la nueva realidad social. 

Pero en Cataluña el listón de las gracietas es superado una y otra vez en un alarde constante por ver quién la dice más gorda, soslayando la máxima de Tarradellas de que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. La última es de Junqueras, hombre fuerte en el área económica del nuevo gobierno, que propone al Estado una independencia negociada a cambio de asumir los catalanes el 11% de la deuda pública española. Sin entrar a valorar ese porcentaje concreto como moneda de cambio en el viaje a Ítaca, supina es la ignorancia de Oriol: ¡como si al gobierno de España le importase la deuda pública!

miércoles, 27 de enero de 2016

El gallinero



Íñigo Errejón, que es el niño en el bautizo y el novio en la boda, ha puesto el grito en el cielo porque unos señores diputados han mandado a la parte alta del hemiciclo a las huestes de Potemos, queja que certifica una vez más que este neocomunismo no es otra cosa que una gigantesca operación de marketing montada por las televisiones que el gobierno de Soraya, con esa generosidad que sólo los populares tienen con la izquierda, ha ido salvando de la quiebra. Errejón, en su lamento a las puertas del Congreso, omitió decir que el niño de Bescansa pasando de mano en mano ahí arriba no habría tenido la misma repercusión que la que tuvo el día de la constitución de la cámara, en aquella especie de barrera taurina en la que sólo faltaron los puros.

El niño Errejón, aupado por la estupidez de esta democracia absoluta que nos brindaron los próceres del 78, vive en una infancia permanente que nos trae a la memoria la máxima de Leopoldo María Panero-en la infancia vivimos, después sobrevivimos-y que transmite a la plebe la idea irrefutable e innegociable de que todo es posible, y además gratis. De ahí que el primer día triunfal de la legislatura, como si se tratase del primer día del curso escolar, el infante Errejón y sus amiguitos buscasen un pupitre privilegiado en la creencia de que de ese puesto jamás-no, no, nos moverán-serían removidos, o al menos hasta ocupar el banco azul. El escaño inicial, inamovible, como metáfora del populismo que nos devora y que ha venido para quedarse. Mandan al gallinero a cinco millones de personas, chillaba el niño Errejón. Ahí sólo faltó el chistoso concejal Zapata afirmando que él sabe bien dónde meter hasta seis millones.