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jueves, 31 de marzo de 2016

Entre rufianes



Justo Molinero, el auténtico e inimitable, y es un tipo que conoce bien el paño, lo ha dicho con claridad: Gabriel Rufián es un gilipollas. Tiempo atrás, el locutor ya había advertido que Eduardo Reyes, adalid del nacionalismo de origen andaluz y líder de la plataforma Súmate, la misma de la que procede Rufián, no era de fiar: cuestión de celos, seguramente. Al locutor no le ha gustado que el flamante diputado de ERC subiese a la tribuna del Congreso a reivindicar la figura del charnego, quizá porque en una traición del subconsciente entiende que ese charnego más o menos agradecido, más o menos triunfante, va referido a él, un andaluz que a base de lamer todos los traseros nacionalistas habidos y por haber ha logrado forjar un imperio nada desdeñable en torno a la radio del jaroteo.

Afirma Justo que él nunca ha tenido que soportar el insulto de charnego, luego mucho menos Rufián, que es joven, y con ello educado en la inmersión lingüística, lo que hace que hable un catalán mucho más fluido que el suyo y que haya crecido, parece ser, en un mundo idílico donde nadie es designado, no digamos vituperado, por su origen o condición social. Actos fallidos y rivalidades al margen, y dando por descontado que la necedad de Rufián da para un tratado científico, lo cierto es que debería saber el amigo Molinero que el término más adecuado para definir a tipos como Rufián, Reyes e incluso él mismo, todo un precursor en la materia que nos ocupa, es uno de honda raigambre andaluza: papafrita.  

martes, 29 de marzo de 2016

Sobre pruebas y certezas



Nuevo error de la policía belga, nos dice el periódico de Marhuenda. Liberan al principal sospechoso de la matanza de Bruselas por falta de pruebas. ¿Estamos, pues, ante un error policial? ¿Judicial, si el hombre ha sido puesto a disposición de un ropón belga, funcionario que a buen seguro, y en un país tan extravagante, lucirá peluca larga, blanca y rizada? ¿Era el detenido el hombre buscado? Pensaba uno, al menos hasta ahora y por estos pagos, que un error policial, o judicial, era liberar a un culpable al estilo de Antonio Troitiño, convicto, confeso y orgulloso, y que en cualquier caso regía la presunción de inocencia incluso para el más repugnante de los criminales, pero parece ser que los tiempos están cambiando a marchas forzadas y que ahora error es sinónimo de falta de pruebas.

Y sorprende, la verdad; como sorprende que alguien tan garantista como Marhuenda, quien se ha desgañitado por las tertulias clamando contra el atropello que sufría la infanta por ser juzgada, según él, sin pruebas, se abone ahora a una caza de brujas que le garantice un bonito titular. Desconoce el periodista Marhuenda, y ya no aprenderá, la diferencia entre indicios y pruebas, pero nos brinda una certeza: él y su periódico son un petardo.

martes, 22 de marzo de 2016

Sumisión



Uno de los significados de la palabra Islam es sumisión. La exégesis actual del término es más certera: Islam es sumisión...de Occidente.