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martes, 29 de enero de 2019

La cuenta atrás



Ya falta menos para el juicio del siglo, que aseguran será televisado: qué menos para una cita histórica y muy internacional. Dicen que los escritos de acusación tienen centenares de folios y que desfilarán decenas de testigos para ilustrar a los juzgadores. Si el proceso español fuese como el americano iniciaría su alegato el fiscal mostrando como prueba número uno de la acusación la fotografía que ilustra esta entrada, para con voz engolada señalar al sujeto de la derecha como paradigma de la maldad del prusés. Me anticipo a sus comentarios y advierto que no sé si es un montaje en el que nada tengo que ver, creo que no lo es, pero en todo caso...se non è vero...

sábado, 26 de enero de 2019

Bote

                                                                                 

Ganadores de Pasapalabra


miércoles, 23 de enero de 2019

La brutalidad política



Tras el éxito de VOX en Andalucía, algo que parece que se extenderá por toda España en breve, estaba claro que los mayores ataques vendrían desde las filas del centro, pues aquí, y hasta la irrupción de dicho partido, derecha no hay, aunque la progresía vea unas cuantas y hable de las derechas. El pasado sábado el diario La Vanguardia dejaba esta perla-VOX o la brutalidad política-del melifluo y tóxico José María Lassalle, antaño guía espiritual del PP y ahora ex cónyuge de la ministra Batet. No me resisto y lo dejo por aquí para que echen unas risas con los prejuicios, traumas-el hombre tiene pesadillas con aquellos Freikorps de la República de Weimar-y otras anomalías del autor, aunque bienvenida sea esa Revolución Conservadora que tanto le atormenta. Si fuese un alumno, del partido de Abascal diríamos que progresa adecuadamente. Y Lassalle lo sabe.

lunes, 21 de enero de 2019

La esencia




La Convención del Partido Popular, que ha servido para ungir a Casado como el hombre destinado a recuperar las viejas esencias, o al menos los viejos éxitos, ha tenido algún que otro episodio curioso. Desde un infiltrado de VOX, Jaume Vives, que se presentó allí para explicar porque el Popular es un partido  anecdótico en Cataluña, hasta un Rajoy que con su indolencia habitual pasó por la fiesta para cosechar más aplausos que Aznar. Toda una paradoja esta, pues Don José María hizo un discurso en el que proponía recuperar esas esencias que Casado hace suyas y que Rajoy se pasó por el forro durante años. Ante esa aparente contradicción, uno debe quedarse con las caras sonrientes de los Maroto, Feijóo y Montserrat para comprender el alcance de una refundación que apunta a mucha moderación y, si cabe, más centro. Como dijo el hombre de FAES, ni tutelas ni tutías: para qué.

jueves, 17 de enero de 2019

Noticia del zurupeto Moreno Bonilla



Moreno Bonilla, el mal menor, es ya Presidente de Andalucía. Se podría hablar de la extravagancia de la política española, de como un perdedor nato amortizado por su propio partido alcanza la más alta cima de la burocracia, pero a estas alturas de la película sería superfluo y poco gratificante. Así que iremos a la hemeroteca y rescataremos esta pieza de José García Domínguez escrita hace unos años, cuando el ahora ungido iniciaba una andadura que, visto el resultado,  ha sido de éxito notable.

Noticia del zurupeto Moreno Bonilla

Don Juan Manuel Moreno Bonilla, el nuevo presidente del PP andaluz, es un zurupeto. Otro más. La voz zurupeto, recuérdese, designa en la lengua de Castilla a cuantos se atribuyen con falsedad manifiesta títulos académicos u otros saberes reglados de algún relumbrón. Así, Moreno, el candidato llamado a promover la regeneración moral de la política en Andalucía, lleva más de trece años consecutivos falsificando su currículum oficial. Y los que te rondaré. Pues ni era licenciado en Administración y Dirección de Empresas, tal como aseguró durante lustros por escrito, ni tampoco poseía esos tres improbables masters de los que igual blasonaba en sus cartas de presentación. Según parece, toda la magra ciencia atesorada por Moreno se reduce a un peritaje profesional en asuntos de protocolo que habría obtenido ya traspasada la cuarentena.

Es sabido que una de las poquísimas leyes de la economía que jamás fallan en el mundo real responde por Ley de Gresham. La Ley de Gresham apela al principio según el cual, cuando en un país circulan simultáneamente dos tipos de monedas de curso legal, y una de ellas es considerada por el público como buena y la otra como mala, la mala siempre acabará expulsando del mercado a la buena. O sea, lo mismo que viene ocurriendo en la vida pública española de treinta años a esta parte. Podríamos llamarla, por ejemplo, Ley de Montilla. Y su enunciado debiera obedecer a la siguiente fórmula canónica: cuantos más apparatchiki amamantados en las juventudes de los partidos accedan a la cúspide institucional sin haber acreditado otro mérito que la obediencia al mando, menos personas serias, íntegras y cualificadas querrán competir por los puestos de alta dirección política.

Cada vez más indistinguible de los socialdemócratas en estos tiempos de asepsia ideológica y soberanías menguantes, el PP había mantenido al menos un cierto elitismo tecnocrático como última seña de identidad. En Génova no había enarcas, pero tenían un invernadero de abogados del Estado en la terraza del ático, que vienen siendo el sucedáneo casto y castizo de la aristocracia administrativa que manda en Francia desde hace setenta años; por cierto, muy selectiva casta nobiliaria creada por un comunista de los de Stalin, Maurice Thorez. Y en esto llegó Moreno con sus masters del universo y su licenciatura ful de Estambul. Lo dicho, la Ley de Montilla. Por algo nació en Barcelona.

martes, 15 de enero de 2019

La turba




Pasaban masas ya revueltas; mujerzuelas feas, jorobadas, con lazos rojos en las greñas, niños anémicos y sucios, gitanos, cojos, negros de los cabarets, rizosos estudiantes mal alimentados, obreros de mirada estúpida, poceros, maestritos amargados y biliosos. Toda la hez de los fracasos, los torpes, los enfermos, los feos; el mundo inferior y terrible, removido por aquellas banderas siniestras. “Sí, sí, sí; queremos un fusil para el fascio combatir.” 171 Y los del fondo contestaban: “No, no, no; queremos un cañón para la revolución.” Fúnebre, solemne, sonaba la “Internacional”: “Arriba los pobres del mundo, en pie famélica legión...” Y luego, la frase espantosa de rebeldía: “Ni en dioses, reyes ni en tiranos está el Supremo Salvador; nosotros mismos nos salvamos.” Subía la masa alucinante de los vencidos, de los miserables, por la Cibeles y Neptuno. Los vendedores, como en las romerías y procesiones de antaño, voceaban sus rosquillas de inocente azúcar, los caramelos y las copas de anís. Otros vendían banderitas rojas, corbatas y papeles, rosas y verdes, como de aleluya del Corpus, con los himnos. -A diez céntimos, “La joven guardia”. Desfilaban más de doscientos mil entre bosques de banderas con la hoz y el martillo y las banderas negras de los sindicatos. El de ferroviarios, con su locomotora blanca abultada sobre el trapo oscuro, y el sindicato de Correos, y el de panaderos, y la Asociación de Ciegos Marxistas, que iban a la revolución pensando arrancar los ojos a los que veían. Todo era triste. Zumbaba como una amenaza: “Go-bierno, obrero y campesino; Go-bierno, obrero y campesino.” Y al frente, enormes retratos de Lenin y Stalin. Era Rusia, que nos invadía. Ni un grito español. Unos miserables, con el puño cerrado, subían por Colón. “Rusia, sí; Patria, no; Rusia, sí; Patria, no.”

Rescato este pasaje  de la memorable Madrid, de Corte a checa de Agustín de Foxá, porque la situación actual, envalentonada la turba por el éxito de VOX, recuerda mucho a lo sucedido hace más de setenta años. Antifascitas que se apuntan al boicoteo salvaje de cualquier acto de lo que ellos llaman derechas, un PSOE tan guerracivilista como siempre que fleta autocares para sabotear la investidura de Moreno Bonilla, tertulianos y plumillas que calientan a la chusma con mensajes incendiarios…Bien está que se deroguen las leyes de la memoria histérica, nacionales y autonómicas y locales si las hubiere, pero que no se pierda la memoria para recordar viejas historias que no son precisamente de concordia. Ése será el primer paso para estar preparado. Para lo que venga. Que se ve venir.

viernes, 11 de enero de 2019

El relevo




Al final terminó el parto de la burra en Andalucía, el apaño que llevará a la presidencia de la junta al eterno perdedor Moreno Bonilla, un tipo bonachón y zurupeto que parecía condenado a superar, y ya era complicado, al joven Arenas. Es absurdo especular ahora si el programa de VOX, artífice de este cambio, se aplicará en algunas cuestiones o quedará ninguneado en el cajón del olvido, algo que no sería de extrañar en un gobierno de PP y Ciudadanos, si bien el partido de Abascal siempre tendrá la llave de la estabilidad. En cualquier caso, una cosa queda clara: en Andalucía, y tras décadas de desastre y ruina, sale la socialdemocracia…y entra la socialdemocracia. 

miércoles, 9 de enero de 2019

Actos litúrgicos




Parece que ha sentado mal que el acto de toma de posesión de los nuevos jueces se haya celebrado en Madrid, quebrándose así la tradición de hacerlo en Barcelona, sede de la Escuela Judicial. Ha puesto el grito en el cielo la actual juez decana de Barcelona, una señora que recientemente concedía una entrevista en la que afirmaba estar en contra de que los golpistas catalanes siguiesen en prisión a la espera de juicio, pues no consideraba necesaria esa medida cautelar para asegurar su presencia en el juicio. Qué duda cabe: ahí están para certificar este extremo y campando por Europa Puigdemont y resto de fugados. Tampoco es baladí, y habrá pesado en la decisión de hacerlo en la capital, que la directora de la Escuela Judicial sea una magistrada, esposa de Llarena, que haya sufrido ataques en su propio domicilio por parte de elementos de la secta del lazo amarillo. Y que el Rey, en fin, estará hasta las narices de ir a Barcelona a recibir desplantes.

Y es que a veces es tan dura la realidad, señora juez decana, que hace falta una hecatombe para reconocerla.

lunes, 7 de enero de 2019

Epifanía




La cabalgata de los Reyes Magos en Andoain nos ha dejado un episodio grotesco que tiene mucho de justicia poética: un rey Baltasar más negro que nunca ha finalizado su alocución diciendo a los niños allí concentrados que los Reyes son los padres. En una época donde las más entrañables tradiciones son pisoteadas por la bota del más estúpido laicismo no deja de tener su gracia que sea un tipo venido de lejos, y no precisamente de Oriente, el que ponga su granito de arena en esa tarea tan irreverente: allí donde fueres haz lo que vieres. Puestos a que los niños descubran la cruda realidad a marchas forzadas, y en un lugar como Andoain, bueno sería que algún alma caritativa les explicase qué fue la ETA. Los padres, queridos niños, la ETA también fueron los padres.

domingo, 6 de enero de 2019

Demasiados principios




Hay algo que es entrañable, por no decir obsceno, en la progresía nacional, y es esa doble vara de medir según el trance que se presente. Los mismos que se niegan a hablar sobre la prisión permanente revisable, generalmente con la excusa de no legislar en caliente, se llevan las manos a la cabeza porque un tribunal no acuerda una prisión provisional hasta que la sentencia condenatoria sea firme. Son los mismos, casualmente, que confunden ayuda a las víctimas de la violencia doméstica con subvenciones a asociaciones feministas, otra faceta más de la extracción al contribuyente, y todo para que luego cobren buenas minutas asesoras infames como la que tuvo Juana Rivas. Los mismos, en fin, que celebran que Zaplana muera en prisión pero que no hace mucho tiempo se parapetaban en el humanitarismo más falso para pedir la suelta del carcelero Bolinaga.

Puede parecer que todo esto es esquizofrénico, pero sólo en apariencia: encaja perfectamente dentro de una determinada filosofía, la marxista. De Groucho.

miércoles, 2 de enero de 2019

Soy ¨facista"




Por Tolerancio


A Joan Tardá


Ha nacido una nueva categoría política: el “facismo”. ¿Qué es el “facismo”? Se contesta mejor a esta pregunta, como se verá, definiendo a los “facistas”. Los “facistas” son todos aquellos que, por militancia e ideología, fastidian a Joan Tardá. Da igual que sean simpatizantes de PP, de C’s, y ahora de Vox. Joan Tardá lleva toda una vida llamando “facista” a medio mundo, cuando menos, a media Cataluña.

Todo aquel interesado en la Historia de las ideas políticas tiene alguna noción de lo que es el fascismo, ya saben, fenómeno político nacido en Italia tras la I Guerra Mundial que ha tenido no pocas réplicas o imitaciones, más o menos fieles y salpimentadas de peculiaridades nacionales, en otros países, fundamentalmente europeos. Con el tiempo las voces “fascista” y “fascismo” se atizan al buen tuntún, siempre están en la recámara a punto de emerger en discusiones políticas, tanto en la cafetería, en comidas familiares como en el parlamento nacional. En particular, si no eres de izquierdas, eres partidario de la libertad individual, de la libre empresa, de la cadena perpetua para crímenes de especial gravedad, de la unidad de España y de la libre elección de lengua oficial en la escuela (y crees en dos o tres cosas más, pero no muchas, pues si crees en demasiadas a la vez acabas siendo un crédulo), estás listo para que cualquier fulano incapaz de hacer la “o” con un canuto, pero que moralmente se siente muy superior a ti, te cuelgue el socorrido sambenito.

Por todo ello, la expresión “fascista” ha devenido un flatus vocis, una palabra casi vacía, de significado difuso, pero de carcasa robusta, impactante. Una de esas palabras que, por exceso de uso, acaban devaluadas. Como la palabra “libertad” en boca de los partidarios del golpe separatista que se acercan a Lledoners a cantar una serenata nocturna a sus héroes idolatrados… esa libertad exigida, reclamada sinfónicamente para que, una vez liberados, sigan conculcando las libertades de los demás.

Lo confieso: yo soy facista, en la “acepción Tardá”, ese tipo de aspecto rudo, como de trol malhumorado que, cada vez que respira, dice “facista”. Siempre se come un fonema, el representado por la letra “s”. No hay manera de que aprenda a pronunciar la palabra correctamente. No es tan complicado: fasssss-cis-ta. Lo podría hacer incluso un loro amaestrado. Que lo repita 100 veces delante de un espejo: fasssss-cis-ta. Si persiste en el error, le mandaremos al logopeda.

A mí lo de “facista” me suena a un quiero y no puedo... a alguien que para ser un fascista integral ha de recorrer aún un buen trecho del camino. Vamos, que ha de esforzarse lo suyo y comer más sopas, perolos enteros. La “ese” que se come Tardá es el rito iniciático que el “facista” debe superar con nota para ser un fascista auténtico, un fascista con todas las de la ley. Para sacarse el título hay que tener el cuajo de Donald Sutherland en “Novecento”, atar al lindo gatito a la columna con un cinturón y reventarle las tripas de un cabezazo. La verdad, creo que no doy la talla y que la “ese” de “fasssss-cista” me queda grande.

A mí, Quico (al que privadamente llamaba Curro), mi gato, me tomaba por el pito del sereno. Me despertaba por las mañanas ajustando sus garras a mi frente, sometiéndola a una presión creciente, pero no dolorosa. El muy tunante sabía hasta dónde apretar para incomodar, pero sin llegar a lastimarme. Me incorporaba, no quedaban más bemoles, con el gato suspendido de mi cara, empotrado a ella, como le pasa a John Hurt en “Alien” cuando esa suerte de tentáculo viscoso, amarillo, que es la cría o la larva del bicho extraterrestre, le salta al casco de astronauta y se le pega como una lapa a la roca. Quico se salía con la suya y obtenía su codiciado trofeo: una loncha de jamón cocido para el desayuno.

Si le dejaba subir a la mesa cuando mi menda daba cuenta de un arroz de verduras con pollo, adoptaba la hierática postura de un gato de escayola sobre el mantel, sólo que con disimulo alargaba la patita, cada vez un poco más, y de un último y veloz zarpazo se llevaba el tesoro: una alita o un muslito… oh, el averío, uno de sus más dilectos manjares. Y ya me la había jugado, vuelta la burra al trigo, y eso que me prometía estar atento, no perder ripio de sus ágiles movimientos. Lo tenía calado con el rabillo del ojo, sí, pero, miau… su garra era más rápida que mi vista y ganaba una mano tras otra.

Está visto que no tengo madera de fascista. Soy, como fascista, una birria, un embrión defectuoso, un proyecto fallido. Definitivamente, me habré de contentar toda la vida con ser un “facista” de los de Tardá.