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miércoles, 27 de noviembre de 2013

De los asuntos catalanes


El ministro británico para los asuntos escoceses dijo recientemente que una hipotética secesión catalana debería ser votada por todos los españoles y no sólo por los españoles-que sientan como tales es otra cuestión-residentes en Cataluña. Es una opinión interesante de alguien que afrontará en breve un plebiscito de esta naturaleza, pero me quedo con su cargo, quizá porque siempre he pensado que algo se puede aprender de los británicos: así, y dado lo irresoluble del problema catalán, como bien certificó Oretga, y para bien conllevarlo, que es el objetivo, debería existir en España un ministerio para los asuntos catalanes. Serviría, entre otras cosas, para que cualquier iniciativa, decisión, opinión, etc, se canalizase a través del mismo sujeto, evitándose de esta forma el ridículo constante que tiene soportar el contribuyente cuando cualquier ministro salta a la arena para aportar su granito de arena en este disparate.

Bien es cierto que, dada la natural torpeza nacional en cuestiones complicadas, un ministerio para los asuntos catalanes no sería garantía de éxito en la batalla contra los nacionalistas, pero siempre habría una voz autorizada, al menos en teoría, a la hora de emitir el parecer del gobierno, con lo que el ciudadano sabría que opina al respecto el presidente sin necesidad de que este se moje más allá de lo razonable dentro de su dontancredismo natural. Imaginen el ahorro en sal de fruta al no tener que escuchar al ministro del Interior glosar las bondades de la inmersión lingüística, o al de Economía decir que los catalanes nos sacarán de la crisis, o al de Exteriores afirmar que la Diada ha sido un éxito y que hay que reflexionar. Ese silencio, dejando que trabaje a destajo el ministro para asuntos catalanes,  debería extenderse a cargos activos o retirados del partido en el gobierno, como la estólida Sánchez Camacho o esa Gracita Morales rediviva que es Esperanza Aguirre.

Ya puestos, y partiendo de la base irrenunciable de que el ministro para asuntos catalanes debe tener claro dónde reside la soberanía nacional, soñemos despiertos, que no cuesta nada, y apostemos porque sea un tipo del talante y estilo del reverendo Ian Paisley.

domingo, 24 de noviembre de 2013

La checa


Ahora que parece que Madrid se pone a recoger la basura esparcida por doquier, bueno sería que alguna autoridad competente procediese a sacar la mugre que campa a sus anchas por la Complutense, principiando esa limpieza por su rector, un tal Carrillo que, de casta le viene al galgo, aspira a convertir ese antro en una checa del no pasarán. Agresión a una asociación de derechas en la Universidad Complutense, titulaba un diario progresista la última hazaña de una turba de extrema izquierda que, para mayor gloria, coincidía con el 20 de noviembre. Tal coincidencia quizá se deba a que ahora-la superioridad moral de la izquierda-los llaman fascistas por no decir comunistas, así que de esta guisa los vándalos daban un homenaje-el antifranquismo es así-a Paco, hombre duro que si no domaba la universidad con la caballería de los grises, la cerraba hasta que los niños de papá entraban en razón, dejaban los adoquines y retomaban los libros.

Muchos más destrozos y daños personales que en el salvaje ataque a la librería Blanquerna no han sido suficientes para que ese gigante intelectual que es la vicepresidenta del gomierdo haya salido rauda y veloz a condenar el ataque ni para que la policía del melifluo Fernández identifique en tiempo récord a los autores de la machada. Todavía hay clases, por mucho que se empeñen los perroflautas en lo contrario, y una cosa es atacar, ya sea con cuatro voces, a los miembros de la casta y otra hacer lo propio con el hijo de un vecino que aspira a obtener un título académico. Días atrás, el ínclito Llamazares revolucionaba Twitter con una de sus sandeces habituales: ningún terrorismo es de izquierdas. Evidentemente, para algunos con mando en plaza el terrorismo, o el gamberrismo, sólo es de derechas. Y fascista.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Quousque tandem



Llevaba el Partido Popular bajo el brazo la promesa de reformar la elección de vocales del órgano de gobierno de los jueces, lo que en apariencia constituía un intento de despolitizar, y de paso enderezar, la maltrecha Justicia. Pero como aquella promesa de bajar impuestos, o la otra de ilegalizar el conglomerado batasuno, todo era una pose tendente a buscar el voto de gente decente más o menos preocupada por regenerar un sistema político quebrado; voluntariosos de buena fe, en cualquier caso, que ignoraban que el sistema, precisamente por quebrado, sólo necesita una funeral lo más discreto posible.

En esta ocasión, y para dar más brillo al pacto, hasta los comunistas han metido la cuchara y colocan un representante entre esa élite que responde a un sintagma siempre vistoso, juristas de reconocido prestigio, que es como el valor en la milicia, una presunción y poco más. No sorprende la presencia de nacionalistas en la feria judicial por ser ya uso inveterado-la costumbre como fuente del Derecho-el dar la cuota correspondiente a todos aquellos que buscan la secesión de su fuero. Por ello causa una cierta sorpresa, teniendo en cuanta las prisas por cerrar el acuerdo, que a última hora los diputados de Amaiur no recibiesen una oferta para proponer su candidato, pues los tienen entre los que dominan la ingeniería jurídica. Mientras los socialistas, pieza clave en el acuerdo, muestran su doblez natural, que una cosa es oponerse a las tasas de Gallardón y otra muy distinta dejar correr su cuota de participación en el usufructo judicial, un derecho más que consolidado.

Cerrado el cambalache en vísperas-oh, casualidad-de un 20-N, y sin que asome por el horizonte europeo un rescate que nos libre de la infamia, el Régimen se consolida un poco más sobre los cimientos de su propia podredumbre y pestilencia y ya nadie en su sano juicio lanza la pregunta definitiva al estilo de Cicerón, quousque tandem abutere patientia nostra?, sobre todo porque hoy sería imposible personalizar y hallar un Catilina al que cargar el muerto. Al fin y al cabo, y como gusta al presidente del gomierdo, la gente se preocupa por las cosas que verdaderamente importan, que además suelen ser las más prosaicas, tales como tener trabajo, pagar pocos impuestos y votar cada cuatro años.

martes, 19 de noviembre de 2013

El precio del ridículo


Dice el ministro del Interior, en un escenario como la casa cuartel de Vic, que ETA ha sido derrotada, y sin que haya lugar para la duda, porque el cumplimiento del fallo de Estrasburgo, con la suelta masiva que ello supone, equipara a terroristas con violadores en serie. No se veía un ejercicio de voluntarismo similar desde que un publicista con ingenio parió el anuncio del niño que entraba en éxtasis con un simple palo: un paloooo!!!!

Cuando el dedo señala la luna, el necio se queda con la vista puesta en el dedo, y Fernández Díaz-que como buen beato emula al Papa y sana incurables como Bolinaga, aunque sin la necesidad de recurrir a la siempre ingrata tarea de besar pinreles-contempla muy serio la salida de unos y otros de prisión, casi atropellándose, y llega a la conclusión de que ello demuestra de manera irrefutable que asesinos en serie como los etarras no son presos políticos sino comunes; aunque si uno, siempre retorcido y escéptico, observa la salida de prisión de un depredador sexual, embozado y por piernas en pos de un taxi, y después contempla cómo sale Kubati, con su televisión bajo el brazo y buscando a la familia, llega a la conclusión de que está presenciando una película diferente a la que cuenta el amigo Fernández.

Hay que presumir, pues, que cuando el ministro se reúna con las víctimas de violadores múltiples sembrará la tranquilidad en ellas con la afirmación de que estos fulanos han sido derrotados porque una corte internacional los ha homologado con la peor escoria criminal de este país. Hace poco, el ministro glosaba la figura de Tarradellas como un ejemplo de catalán sensato, ignorando que aquel prócer siempre decía que en política se puede hacer de todo menos el ridículo.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Odia el delito



Oficiado el funeral de la doctrina Parot por el Tribunal Supremo, y ahora que reflota el viejo Prestige, bien podemos decir que los etarras salen de la trena como aquellos hilillos de plastilina que un indolente Rajoy se sacó de la manga para calmar a sus paisanos de las rías: salen poco a poco, tal vez para no ofender mucho, hasta que lo hagan a chorros y al son de un aurresku. El gobierno siempre estará con las víctimas, he ahí, a falta de otros medios con los que litigar, el vacuo recurso a la retórica que tan bien manejan este equipo de burócratas y sus medios afines. Tanto están con las víctimas, que Ortega Lara cogió la puerta y se dio de baja antes de la suelta de Bolinaga, un muerto resucitado al que parece que no tomaron, so pena de prevaricar, ni la tensión arterial.


Tras el fallo de Estrasburgo, el gobierno se puso de perfil y quiso cargar el muerto a los ropones, mensaje que éstos captaron a la primera, si bien la liturgia del proceso de paz exigía unos cuantos plenos para demostrar que el estudio de la ley es siempre algo sesudo y que nada queda a la improvisación. Finiquitado el rito, y completando la suelta de terroristas, lía ahora el petate el célebre Kubati, aquél que antes de dar pasaporte a la disidente Yoyes rubricó su acto con un lacónico soy de ETA y vengo a matarte. Más adelante, y ya no se contará para ello con la excusa del acatamiento de sentencias y tratados internacionales, saldrán muchos más, hasta el Parot que sin querer prestó su nombre a un apaño jurídico que ya es historia. Y ahí estarán los Marlaska, Fernández y compañía llamando a las puertas de la prisión con la buena nueva: soy del Estado y vengo a liberarte.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El contrato social



El parlamento es el auténtico hecho diferencial catalán, una comedia que recuerda mucho a series televisivas de corte surrealista como La que se avecina o Aquí no hay quien viva, un espacio con luz y taquígrafos donde la subnormalidad compite con el mal gusto en una carrera que casi siempre acaba en empate. Nos cuentan los morigerados, siempre prestos a la lectura superficial de los hechos en su defensa de la más prosaica realidad, que el perroflauta de la fotografía es un impresentable y un salvaje, y nada más lejos de la realidad. El salvaje, mejor o peor, era aquel hombre libre al que un día vendieron la burra del contrato social-un acuerdo que sólo genera innumerables obligaciones y ningún derecho-y que desde entonces no levanta cabeza, pues es de necios dejar la interpretación exclusiva de un acuerdo a una de las partes. Mas no se rasguen las vestiduras ni se lleven a engaño los todavía cuerdos, obvien por una vez la siempre necesaria estética y asuman lo inevitable: el contrato social era esto, un fulano analfabeto amenazando, sandalia en mano, a un banquero de dudosa reputación en un marco de aparente legalidad. Si al menos aquí, como en América, nos hubiésemos reservados el derecho a portar armas...

lunes, 11 de noviembre de 2013

Los manifiestos


La noche del pasado jueves asistí a una cena tertulia con Ramón de España, autor de El manicomio catalán, una obra que describe perfectamente la locura que se ha instalado en Catatònia y que, mérito en tiempos de crisis, se está vendiendo maravillosamente bien. Convocaba el acto la asociación Impulso Ciudadano, uno de esos grupos transversales que tanto abundan por estos pagos y que reúne a gentes tan variopintas en su ideología como bienintencionadas en su principal objetivo, la oposición al nacionalismo catalán. Era lógico que la tertulia discurriese por los cauces de ese gran suflé que es el derecho a decidir, cuestión a la que Ramón de España, un tipo afable y divertido, puso el toque irónico que de él se esperaba, aunque sin obviar en ningún momento la seriedad que exige el momento actual, pues queda claro que no estamos ante una broma de mal gusto de cuatro descerebrados sino frente a un órdago que dista mucho de ser un farol.

Avanzada la noche, era inevitable que hiciese acto de presencia la necesidad de firmar, ¡otra vez!, alguna clase de manifiesto que demuestre a los secesionistas que Teruel también existe, y que hay miles de voces dispuestas a defender lo obvio, la catalanidad española y la españolidad catalana. Dramática realidad esa que impulsa a la firma de manifiestos, especie de terapia de grupo que busca el calor humano ante la ausencia del amparo legal y que en este Matrix del calçot es ya todo un clásico. Dada mi natural aversión a las firmas colectivas, no pude resistir la tentación de dar mi opinión al respecto: que el único manifiesto válido es exigir al gobierno el cumplimiento de la legalidad y que, en cualquier caso, cuantas menos firmas en un proclama de esta naturaleza, mejor. A fin de cuentas, el manifiesto que ha tenido mayor trascendencia en la historia de la humanidad sólo fue firmado por dos personas.

viernes, 8 de noviembre de 2013

La vida es una tómbola



Los trabajadores de la televisión valenciana que acudieron a los tribunales adoptaron, tal vez sin saberlo, la pose del castizo que se carga de razón y sentencia que aquí follamos todos o tiramos la puta al río. Y el presidente del taifa valenciano, ante la imposibilidad de que todos pudiesen meterla en caliente, ha echado la puta al arroyo del olvido, decisión traumática especialmente para aquellos trabajadores que iban a conservar su empleo si el ERE se aprobaba y que ahora andarán ciscándose en el compañerismo y la solidaridad. No son muy habituales estas muestras de autoridad, sentido común y decencia en un gestor de la cosa pública, de ahí que, repuesto uno de la sorpresa inicial,  no descarte alguna clase de retirada táctica al estilo del ministro Wert, un hombre que se pasa la vida reculando ante las presiones de sus propios compañeros y que como aquel socarrón que fue Pío Cabanillas tenga ya como máxima el cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. De momento, Fabra ha emulado a Estanislao Figueras-estoy hasta los cojones de todos nosotros-para dar el portazo a un problema que era ya más un coñazo que un despilfarro.

Que cierre una televisión pública siempre es una buena noticia, y lo es por lo que tiene de ahorro para el contribuyente y de alivio para el espectador que se sienta frente al televisor en busca de entretenimiento y obtiene basura de toda clase, empezando por la ideológica, principio fundacional de unos entes nacidos para adoctrinar y adocenar, objetivos tan retorcidos como naturales en ese idilio que mantienen los políticos con una sociedad lanar. Canal 9 fue pionero en determinados programas basura-como aquella Tómbola que elevó la obscenidad a toda una categoría moral-que de tan buena salud gozan en otras televisiones, las mismas que ahora recogerán los restos putrefactos de un naufragio anunciado. A la espera de que esta liquidación por cierre discurra de forma civilizada, habrá que concluir que la vida es una tómbola que algunas veces reparte la suerte sin causar demasiada injusticia.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El Régimen



Ya hace tiempo que el amigo Fuga nos dijo que vivíamos sometidos a una suerte de peronismo, y el tiempo le viene dando la razón. Aquí tenemos una fotografía de familia montada por el inefable Marhuenda, uno de los mejores propagandistas de ese Régimen, a cuenta del aniversario fundacional del panfleto que dirige. Faltan algunos que por allí se paseaban, es lógico y normal, pues como en las bodas y eventos parecidos-hasta un cura se sumó a la fiesta- no caben todos en la instantánea, pero es una bonita muestra que agrupa a unos cuantos elementos indispensables en la estructura de la cosa. Aseguraban los cornetas del Apocalipsis que estábamos ante un fin de ciclo, que una catarsis se avecinaba, y nada más lejos de la realidad: nuestro peronismo goza de envidiable salud y con paso firme se encamina hacia sus cuarenta años de paz. Después, la gloria. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Un país de pandereta



Nunca es tarde si la dicha es buena, y así, poco a poco y a base de hostias, algunos van descubriendo ahora qué clase de engendro fue aquella modélica-tal vez para países como Tanzania o Uganda-Transición española. Algún diario lanza grandes titulares para decir que uno de los padres de la Constitución, y abogado de una de las hijas del Rey en una causa que morirá de asco, apuesta por la independencia de Cataluña, asegurando que el modelo territorial vigente está agotado. Tal vez el plumilla de turno busque el escándalo con la noticia, quizá esté denunciando una especie de traición a no se sabe qué principios, o simplemente estemos ante algún ajuste de cuentas por alguna vieja querella. Pero la tozuda realidad es siempre más prosaica.

Con Roca ha ocurrido más o menos lo mismo que con Pujol, aquel señor respetable que un día fue nombrado español del año en una rifa de la que nunca se tuvo muchos detalles pero que siempre se supo que fue un tongo. El jurista de notable prestigio era el ejemplo de la moderación, el hombre justo y brillante que con en la redacción de la norma suprema había sabido encontrar el encaje de Cataluña en España, cuando en realidad era el lobo puesto para guardar las ovejas, el pirotécnico que dejó la bomba activada para que explotase en el momento oportuno, treinta años después y puestas en bandeja las condiciones objetivas. No obstante, y dada la estupidez que preside la cosa pública, en este período de relativa paz nuestro hombre se ha llevado toda clase de prebendas, reconocimientos y medallas en un alarde que acredita la podredumbre de un régimen.

La Transición se vendió con aquel cuadro del abrazo entre españoles, con gentes que se buscan, o que se han perdido y se reencuentran, hombres y mujeres que parecen emprender un nuevo camino juntos y en alegre comandita: toda una pose muy trascendental, muy seria. Pero aquella seriedad- hasta un cardenal muy castizo se sumó a la ceremonia-no era tal, sino más bien una fiesta con muchas risas entre los muñidores que sirvió para entretener al pueblo con la quimera de que era dueño de su destino votando cuantas veces fuese llamado a las urnas. Y ahora que todo se viene abajo, vuelve a invocarse, pandereta en mano, aquel espíritu festivo que hasta aquí nos ha traído, lo que sin duda sólo puede tomarse a cachondeo y echando unas risas en este valle de lágrimas.