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jueves, 15 de noviembre de 2018

El horno final




La Generalidad valenciana, que es incluso peor que la catalana, había decidido prohibir la incineración de obesos mórbidos, y todo para no contaminar más de lo razonable. Una vez muertos, se entiende. Pero ha sido visto y no visto: tras un cierto clamor en contra, con mucho ruido mediático producto de la mala imagen de los hornos crematorios, la autoridad ha reculado y guarda el decreto para mejor ocasión, porque uno barrunta que este amago ecológico tendrá continuidad más adelante, y si no al tiempo. Ya amainará.

Dicen que la muerte iguala a todo el mundo, pero no lo considera así un gobierno curiosamente de izquierdas. Hace años se puso de moda la incineración, quizá para hacer la pascua a la religión, pues parecía que el fuego era menos sagrado que la tierra y sus gusanos, pero no tardaron en llegar las restricciones, en especial, según me cuentan, en lo referente a echar cenizas al mar, que alguno ya ha sido multado por la autoridad competente, marítima por supuesto. Y es que los muertos, como la basura, tienen mala transición hacia la nada, qué hacer con ellos pese a que ya no dan ruido. Y  mucho peor si la urna con las cenizas pesa un quintal.

Si no ahora, será más adelante cuando los gordos paguen el exceso normativo del progresismo y los ataques indiscriminados del ecologismo, dos lacras que siempre van de la mano y a las que nadie echa el guante. Señalados en vida y también en la muerte, para estos enfermos no hay discriminación positiva que valga, si bien siempre podrán planificar el rito con la suficiente antelación para que el óbito les coja en un taifa menos restrictivo en esto de hornear. Y si no, que acudan, ellos o sus deudos, al Tribunal Constitucional, que en cosas más livianas ha metido las narices hasta quemarse el máximo intérprete de la cosa igualitaria.

10 comentarios:

FUGA dijo...


Qué putada. Y yo que andaba pensando en algún epitafio con retranca al estilo Groucho ('Perdone que no me levante') o rotundo y sin concesiones a lo Leibniz ('Los huesos de Leibniz') por aquello de seguir aturdiendo post mórtem al personal paseante de los camposantos y ahora me veo en algún columbario con una mini lápida sin margen para texto alguno aparte de un lacónico 'Hey...'

En fin, el Leviatan sigue enredando y antes que después exigirá el corte general de prepucios o peor, su reimplantación...por decir algo.

tolerancio dijo...


como en tiempos de zp que se dijo aquello de "fumar y beber es de derechas"... ahora ser gordo también... lo que entroncaría con la iconografía del gordo panzón y millonetis con sombrero de copa y puro frente al oprimido enclenque y en los huesos... cuanta majadería... ¿pasarán a ser los obesos los resistentes contra el pensamiento único... auténticos forajidos?

Fuga dijo...

Parece que esto de la incineración da yuyu a la legión, Reinhard

Reinhard dijo...

Jeje, pues sí, estas cosas de pasar a mejor vida...parece que traigan mal fario.

Reinhard dijo...

Tolerancio, el gran Agustín de Foxá decía que uno de sus atributos para ser de derechas, además de rico y aristócrata, era ser gordo.

FUGA dijo...

Conocí y traté a su sobrino Nacho, todo un personaje. También de oronda pancha como su gran tio.

tolerancio dijo...


me miro en el espejo y creo que yo estoy más o menos en el centro concéntrico... aunque de unos años a esta parte me he derechizado un poco... si me escoro más a la derecha me pondré a dieta...

Traveller dijo...

Pues yo no sé si me estoy derechizando últimamente pero si noto que VOX empieza a quedarme inquietantemente a la izquierda.

Traveller dijo...


En cuanto a lo del yuyu por el tema del post, la verdad es que lo del horno crematorio no prococa sonrisa alguna, y a mí, como buen andaluz y por tanto superticioso, me hace tocar madera y cruzar los dedos.

Y ya que el amigo Reinhard hace alusión a Agustín de Foxá, ahí va una de sus poesías que más me gustan, aunque vaya por Dios, alguna relación tiene con el tema que nos ocupa:


MELANCOLÍA DE DESAPARECER

Y pensar que después de que yo muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,
que he de marchar yo solo hacia el abismo
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.




Traveller dijo...


Perdón,

El dedo se comió la "s" en lo de supersticioso.