Hemos popularizado el marisco convirtiéndolo en el instrumento de nuestra política.
Ahora que esta castaña pilonga toca a su fin, ofrezco de manera desinteresada el eslogan más arriba indicado al desesperado candidato progresista como fórmula mágica para evitar el gran desastre, o al menos para afianzar el liderazgo en un partido que, descubiertos placeres de la vida que resultaban exclusivos de la derecha, ya no parece muy obrero, si bien gracias a su pasión por la obscenidad-comer hasta reventar con manos pringosas y hacerlo de gorra-mantiene en niveles aceptables su condición de español. ¿Y socialista? El socialismo era congelar las pensiones, que no el marisco.
8 comentarios:
Lo puse en el blog de Santiago Gonzalez, me permito copiarlo aquí:
Letra de “a las barricadas” en versión marisco-trance-PSoe
Negras salsas agitan las cazuelas
salsas de langosta nos impiden ver,
aunque nos espere el langostino y la gamba,
factura ninguna debemos ver.
El bien más preciado es la ostra.
hay que comerla con fe y limon.
Alza el tenedor revolucionario,
que del trinque sin cesar nos lleva en pos.
Alza el rompepinzas revolucionario,
que del mordisco sin cesar nos lleva en pos.
¡En pie pueblo obrero, la cigala a jamar!
¡Hay que derrochar a reacción!
¡A las mariscadas! ¡A las mariscadas
para llenar el barrigón!
¡A las mariscadas! ¡A las mariscadas
por el triunfo de pepiño el campeon!
Muy buena versión, Sr. Ogro. Y fíjese que ayer mismo el tal Griñán, otro que gasta buena pinta de mariscador, decía que la auténtica patria del socialismo era...la ¡¡¡igualdad!!! Que se lo digan a los que buscan restos de comida en los contendedores. Obsceno, como buen sociata.
Reinhard, como siempre toca recordar la base socialista: "haz lo que diga, no lo que haga".
O en la versión mariscada: "come lo quieras, pero no de mi plato"
Comer y trincar hasta reventar. Y todo por la pasta y todo por el partido. Eso es todo lo que parece mover a los dirigentes de izquierda que nunca la vieron tan gorda. Con cuatro eslóganes del rancio marxismo y otros cuatro del tontiprogresismo, logran que millones de incautos les voten para que ellos se coman el marisco.
Bucan…no son incautos. Votan en respuesta a mecanismos condicionados de orden muy primitivo que activan a placer los usufructuarios. Es un viejo truco de trileros. Se agita el deseo de revancha y el rencor social y se promueve un candidato que ‘se las hará pasar putas a los mercados capitalistas’…y el fulano después se pone ‘morao’ asaltando el tesoro público.
Cuando el incauto arrastrado por la demagogia incendiaria empieza a intuir el apaño, el arribista dobla la apuesta e inflama con mayor ahínco a las masas acéfalas, que creerán que su lamentable situación se debe a de nuevo a extrañas entidades incorpóreas que conspiran y no a la legión de vividores que parasitan los recursos.
Así hasta el infinito.
En Argentina aún lloran a Evita.
Una vez que el mecanismo se ha interiorizado hace falta mucho valor y destreza para sanar la neurosis colectiva. De eso Rajoy, ná…
Lo genuinamente obsceno es el emocionalismo cutre y pegajoso con el que estos chuloputas agitan los peores sentimientos de la gente. ZP es un artista de la emoción podrida. Y así nos ha ido.
Échale un vistazo al de Santiago González ‘Lágrimas socialdemócratas’… es un excelente inventario del uso del ‘simplismo’ como arma política…y la socioterapia para enderezar esto necesita de un cambio total de concepciones.
Cuando se supo que Llamazares tenía una buena pasta en fondos de inversión, oh, los malvados mercados, éste dijo que por ser de izquierdas no de tenía que vivir debajo de un puente. Y ese mensaje cala en su electorado, pues gracias a ese rencor social incubado del que hablas se acepta que el político de izquierdas se pueda forrar, y ahí está Fredo con un patrimonio de un millón de euros para probarlo. Por eso aceptan cualquier clase de latrocinio siempre que el autor sea uno de los suyos.
El marisco, en el fondo y como la ley de memoria histórica, no es más que una metáfora de esa revancha social: primero desenterraron a sus muertos para después, y sin lavarse las manos, darse el banquete.
¡A las mariscadas, a las mariscadas...!
Me encanta.
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