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jueves, 14 de junio de 2018

El encaje




El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación. La Constitución Española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad.

Así reza el Preámbulo del Estatuto de Cataluña, si bien como estableció en su día el Tribunal Constitucional la expresión Cataluña como nación no tiene eficacia jurídica interpretativa. Para el ministro Borrell, una especie de intelectual para muchos tertulianos, la solución al tan ansiado encaje de Cataluña pasa por reconocer a esta comunidad autónoma como nación en el primer artículo de ese texto, superando el término nacionalidad que rige desde el año 1978. En el fondo, es seguir las tesis de Zapatero, auténtico gurú del gobierno, que dice que hay que volver al momento anterior a la sentencia del Tribunal Constitucional que podó aquel Estatuto que consagraba una independencia de hecho.

Borrell ya apuntaba maneras cuando mandó callar a los manifestantes que en Barcelona coreaban aquello de Puigdemont a prisión: salía a relucir la idiosincrasia del típico socialista catalán que está a favor de todo lo sustancial del nacionalismo, si bien un pudor casi adolescente le impide expresar esa sintonía con una mínima contundencia. Y pensar que su nombramiento como ministro desató la euforia entre los morigerados…Una década después volvemos a la casilla de salida, regresamos al preámbulo de la estupidez y el desastre. Es posible que dentro de otros diez años sigamos en las mismas. Y Puigdemont sin pisar la cárcel.

3 comentarios:

Fuga dijo...

Borrell de vaselina...lo de siempre

tolerancio dijo...


no aprendemos... ya hemos pasado por todo esto, pero no hay manera... algunos que hace un par de semanas estaban indignados con la martingala de los "lazistas" ven ahora motivos para la esperanza... acabarán ofreciéndose para acoger "refugiados (sic)" en casa

Traveller dijo...


No aprendemos, no. Ni aprenderemos.

Haría falta releer nuestra historia reciente y saber qué clase de gente han sido siempre nuestros socialistas. Nosotros no tenemos una socialdemocracia de corte y talante europeo. Tenemos un socialismo cuyos líderes siguen adorando a Largo Caballero y a tránsfugas de la catadura de Santiago Carrillo, en cuyos espejos se miran, por no citar al insigne Zapatero, gran valedor de Maduro y su democrático gobierno bolivariano.

Nadie en su sano juicio habría pactado con quien lo hizo Sánchez para sacar al PP del poder, Y no digo que no hubiera que desalojarlos, pero no con semejantes ayudas, porque, pacta sunt servanda, y ya les empiezan a llegar las facturas.