Hay tipos que tienen mala suerte, que parecen levantarse cada mañana con el pie izquierdo, o estar siempre en el lugar equivocado y con la peor compañía: gentes, en fin, que entran en un casino para tomar una cerveza y pierden hasta la camisa. Con igual rapidez que su juicio por un delito contra la seguridad vial, Jesús Neira ha pasado de héroe a villano, de ángel a demonio, y todo enmarcado en un absurdo proceso en el que a partes iguales han confluido la escasa fortuna y el error de cálculo, auxiliar a quien no debía y ponerse en manos de políticos oportunistas, tomarse unas copas-quizá para celebrar su resurrección-y conducir un coche ante las narices de un celoso policía. Tras su última fechoría, y una vez devueltas medallas y condecoraciones que ya nada valen, a este hombre sólo le queda el exilio, pena en teoría mucho más grave que la de multa o retirada del carné de conducir, pero que sin duda le permitirá gozar, dentro del más humilde anonimato, de la suficiente tranquilidad para escribir unas memorias que deberían principiar con aquella frase de Napoleón III: quien sirve a un estado sirve a un ingrato.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Este hombre dirá, la próxima vez que vea a un fulano sacudiendo a alguien, sea hombre o mujer, lo de aquel chiste:
-¿Y tú qué hiciste?
- Le dimos una paliza entre los dos que no veas...
Qué duda cabe: ay, si el hombre hubiese adivinado el pelaje de la tía...los toros, desde la barrera.
Publicar un comentario