TWITTER

jueves, 4 de marzo de 2010

El hundimiento


Si observan detenidamente la cara de Pepiño Blanco, tan expresivo para lo bueno y lo malo, tan locuaz pese a lo limitado de sus concetos, verán a un hombre serio, contrariado y asqueado, a punto de estallar, y también verán a un hombre que se asemeja mucho al führer del hundimiento, un tipo encerrado en su búnker que espera la lectura de los nefastos partes de guerra por parte de pusilánimes generales, tristes comunicaciones que decían lo mismo que con sarcástico humor y ya sin ningún miedo manifestaba el pueblo de Berlín, que de una a otra línea del frente se podía ir en tranvía. Pero al margen de esa triste lectura, o quizá como consecuencia de ella, el führer espera el último y final sacrificio, el que otorga el pase al valhalla de los necios: que todos y todas, amigos y enemigos sin distinción de clase alguna, le acompañen en el hundimiento, porque en ello han empeñado sus vidas, porque esto lo vamos a hundir entre todos, fijo.

2 comentarios:

Chippewa dijo...

.

Hay tantos intereses en juego y tienen un ejército tan enorme de televisiones y periódicos, que sólo Dios sabe como va a acabar este asunto.

La realidad propiamente dicha va a su bola, mientras la realidad construida por los guionistas del poder entra en contradicciones insalvables.

Por lo visto se ha acabado el dinero que había en la caja, se ha acabado el dinero que venía d´Uropa, se ha acabado el dinero que crecía en los árboles y se ha acabado todo. Como cuando se acabaron las ratas en "Tiempo de Silencio" y con ellas se fue la espanza de que le den el Nóbel a José Luis.

Hay que hacer más dinero para repartir y ellos no saben. En la lógia no enseñan esas cosas.

.

Reinhard dijo...

Esto se hunde, amigo, y buscan desesperadamente socios para el hundimiento: en buena lógica sus únicos socios deberían ser los separatistas, pero ya sabemos todos cómo y a qué velocidad huyen las ratas cuando la nave se hunde. Y lo peor es que ante cada dato nuevo, y por nefasto que sea, siempre estamos en un punto de inflexión: ¿hacia dónde?