Pumpido, máximo abogado del sanchismo,
se ha tomado muy mal la decisión de la Audiencia de Sevilla de llevar ante la
justicia europea la amnistía encubierta que el Tribunal Constitucional otorgó a
los condenados en el caso de los ERE. Era de esperar el cabreo, pero no tanto
como para tomar un camino que va un poco más allá en su proceder natural de servicio al
gobierno. Y así, no ha tenido reparo en plantear a sus compañeros de fatigas en
el arte de retorcer la Constitución que hay que impedir que cualquier juez
español acuda ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en defensa, ni
más ni menos, de la legalidad, ese concepto que para Pumpido es una anécdota.
La cacicada de Cándido va más allá de la absoluta sintonía entre el magistrado y el camarada Sánchez, pues deja en evidencia, una vez más, la estrategia errática que sigue el Partido Popular en su relación con el gobierno. Si algo sacaba de quicio al sanchismo y a sus socios era el bloqueo para renovar el Consejo General del Poder Judicial, y ahí apareció el moderado Feijoy, invocando la estabilidad y la razón de Estado y con el patrocinio de Bruselas, para desbloquear el asunto y continuar con el obsceno reparto de la justicia entre los dos grandes partidos. ¿Hay alguien con un poco de memoria que no recuerde la imagen del mostrenco Bolaños y del escritor de novelas eróticas González Pons sellando ese pacto?
Y si bien es cierto que el Tribunal Constitucional no es un órgano jurisdiccional, se comporta como tal desautorizando cada vez que puede al Tribunal Supremo, algo absolutamente improcedente. Y es que la arbitrariedad de Conde Pumpido, relacionada con esa lealtad mal entendida del Partido Popular, recuerda mucho a la fábula de la rana y el escorpión, salvo que en este caso no parece que el artrópodo vaya a perecer en la aventura.